Turismo
Fuengirola, la playa de Córdoba que cumple un siglo como destino favorito
En 1921 llegó el primer «bañista» cordobés a las playas de la localidad de la Costa del Sol; sus descendientes siguen veraneando en el mismo sitio cinco generaciones después
Cada verano, miles de cordobeses abarrotan las playas de Fuengirola , el lugar preferido para pasar unos días de playa durante las vacaciones. Es una de las colonias más numerosas en esta población de la Costa del Sol - sobre todo en Los Boliches - y, aunque el Ayuntamiento no dispone de cifras exactas de la población cordobesa en estos meses, nadie duda de su importancia.
La historia de la relación entre Córdoba y Fuengirola viene de lejos. Arranca como poco en los años 20 del pasado siglo, cuando ya existe constancia de veraneantes cordobeses en Fuengirola. Unos años antes, en 1916, el ferrocarril llegó a la población y facilitó los accesos a lo que entonces era poco más que un pueblo de pescadores y viticultores. La explosión del turismo como fuente de riqueza aún tardaría casi medio en consolidarse.
En aquellos primeros años se desarrollaban en los veranos de Fuengirola las «colonias» , grupos de niños y niñas llegados de las provincias vecinas para disfrutar de unos días de asueto. En el mismo año de la llegada del tren, según narra el cronista oficial de Fuengirola, Cristóbal Vega , el Ayuntamiento ya se encontró con problemas para alojar a uno de estos grupos. Hicieron falta 40 camas «puesto que las fondas, paradores y casas de huéspedes de la localidad se hallaban ocupadas por ser época de baños, en que era mayor que nunca la afluencia de forasteros ».
Era la época en que a los turistas aún se les llamaba «bañistas» , y procedían sobre todo de Córdoba, explica el cronista en un libro dedicado a la historia de Fuengirola. « Fueron estos veraneantes los que comenzaron a propagar la excelencia de nuestras playas , la agradable temperatura, la amabilidad de sus gentes y lo bien que se pasaba en Fuengirola», narra Vega.
Durante los años 20 y 30 el Ayuntamiento de Fuengirola, consciente de la importancia creciente del turismo, fue ampliando su infraestructura vacacional . A mediados de los años 30, la colonia cordobesa era tan importante que varias familias decidieron construirse sus propias casas en las calles Marconi y Cuesta, adosados con fachada a la playa que terminaron conociéndose como «los chalés de los cordobeses» . La Guerra Civil (1936-1939) truncó todos los planes.
Habrá que esperar hasta los años de la posguerra para ver cómo crecía de forma imparable el turismo cordobés en la Costa del Sol. «Después de la guerra española, los cordobeses descubrieron Fuengirola . Venían por oleadas y la corriente de unión se fue acentuando con el decurso del tiempo», relata Cristóbal Vega. El buen trato que les dispensaba la ciudad «hizo que los cordobeses aumentaran su número». Tan es así, que el Ayuntamiento de Córdoba regaló al de Fuengirola una réplica de la Fuente del Potro.
Los hoteles comenzaron a llegar en los años 50 y 60: el Florida en 1956, La Concha en la playa de las Gaviotas en 1969 y otros como el Somió o el Mare Nostrum . Con ellos llegaron también los turistas extranjeros, que acudían también en invierno gracias al clima benigno de Fuengirola.
En la década de los 60 el Ayuntamiento de Fuengirola emprende grandes reformas en el municipio para atraer a los turistas , tanto los cordobeses que ya estaban muy presentes como el resto de los nacionales y extranjeros. Se instaló una oficina de turismo , se eliminaron los viejos chiringuitos y sombrajos para cambiarlos por unos más modernos, se mejoraron el saneamiento y limpieza de las calles y, muy especialmente, se construyó el paseo marítimo.
Cristóbal Vega relata cómo el Consistorio fuengiroleño comenzó a invertir en publicidad de sus bellas playas para darlas a conocer aún más. Pero en este proceso también funcionó, en una época con medios de comunicación mucho más limitados que ahora, el «boca a boca» , que a buen seguro circuló entre los cordobeses de mediados del siglo pasado. «Es la propagación que hacen quienes nos visitan y habla de la benignidad de nuestro clima , la excelencia de nuestras playas, el carácter abierto y alegre de las gentes y el ambiente apacible y tranquilo de nuestro pueblo», afirma Cristóbal Vega.
Es entonces cuando la población de Fuengirola empieza a subir como la espuma: de los 8.500 habitantes de 1960 se pasó a más de 20.000 en 1970, 43.000 a principios de los 90 y picos de cerca de 80.000 habitantes en los últimos años.
Ya en los albores del siglo XXI se produce otro hecho que contribuyó a asentar la presencia cordobesa en Fuengirola. Se trata de la construcción de la autovía entre Córdoba y Málaga , que entró en servicio por tramos y se terminó por completo en 2009. Desde entonces los tiempos de viaje se acortaron notablemente y muchos cordobeses se permiten trasladarse hasta Fuengirola no ya solo por temporadas -que también-, sino incluso para un solo día.
El primer turista
El cronista de Fuengirola tiene localizado al que se considera el primer turista cordobés la localidad. Se trata de Francisco Jurado , quien hace justo un siglo decidió que era mejor pasar la canícula en la costa. Por motivos que ya nadie recuerda, en 1921 escogió Fuengirola como sitio de veraneo, un privilegio que muy pocos en aquella época se podían permitir. Aquel cordobés, que se ganaba la vida como comercial , se enamoró del pueblo de pescadores.
Francisco nunca faltó a su cita estival con Fuengirola . Así lo recuerdan sus descendientes, que han mantenido la tradición durante un siglo y cinco generaciones. Su nieto, Felipe Jiménez, rememora a sus 84 primaveras aquellos primeros años de playa lejos de Córdoba.
«No se por qué eligió Fuengirola. Supongo que vendría aquí por algo y le gustó , y aquí se aparcó», afirma ahora Felipe Jiménez. No eran veranos de una semana y ni siquiera de un mes. Aquellas vacaciones duraban la temporada completa, todo el verano . El patriarca alquilaba una casa para toda la familia. Su nieto aún conserva un recibo del año 1948: el arriendo costaba 4.500 pesetas por tres meses.
Llegar hasta Fuengirola desde Córdoba -la familia vivía en una céntrica casa junto al actual Conservatorio- no era complicado. No había una carretera decente, pero sí el llamado tren correo que, como atestigua Felipe Jiménez, t ardaba unas tres horas en llegar a Málaga . Iban cargados con el equipaje, «el botijo y las cosas de comer», recuerda. Después, unos taxis de gasógeno -era la época de la autarquía- los llevaban a todos hasta Fuengirola en una media hora. No era necesario más tiempo porque, sencillamente, no había tráfico.
Tampoco había en esos años supermercados . La familia de Francisco Jurado, rememora su nieto, se asentaba en una casa «muy grande» que tenía incluso un corral. Una vez allí « el abuelo nos lo llenaba de animales para que tuviéramos para toda la temporada del verano».
Con el tiempo, la familia de Francisco Jurado se fue construyendo su propia colonia . En una zona deshabitada de Fuengirola conocida como Las Chozas -el nombre ya da una idea de lo que podía haber antes- levantaron algunos chalés que ya no existen. Hoy habitan allí los huéspedes del hotel Florida y más turistas, porque «allí se ha hecho de todo», declara Felipe. Ahora su familia sigue veraneando en la localidad pero en apartamentos de su propiedad.
Felipe asegura que ha visto «el turismo comenzar, empezó en Torremolinos y a partir de ahí se extendió a todas las demás zonas. Yo creo que sería alrededor de finales del 50 o comienzos de los 60». Fue por esas fechas cuando este cordobés de nacimiento, ingeniero de minas de profesión, se trasladó a Pamplona por motivos laborales. Nunca ha faltado a su cita con Fuengirola cada verano.
Felipe reconoce la masificación de las playas , aunque no es un fenómeno que le moleste especialmente. Ha visto cómo lo que antes era un lujo se democratizaba. Explica que « afortunadamente, ahora vienen toda clase de grupos sociales».
Puede que nadie sepa ya por qué un comercial cordobés escogió Fuengirola hace un siglo para evadirse con la familia, pero su nieto sí que lo tiene claro: «Lo que más me gusta es el trato de Andalucía con la gente, y eso lo echo de menos».
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