Rafael Ruiz - Apuntes al margen

Reír por no temblar

Hay que reconocer que la risa tiene algo de terapia colectiva. Pero no olvidemos lo esencial. El vídeo del niño de la Tomasa es una amenaza directa, objetiva, que anuncia más dolor

Fotograma del vídeo ABC

Cada época se expresa según los medios que tiene a mano. Cuando las tropas napoleónicas cercaron Cádiz por tierra y mar a principios del XIX, las gaditanas se hacían tirabuzones con el plomo de las bombas de los fanfarrones, según ha quedado fijado en un histórico tanguillo. De esa época procede también el apelativo de Pepe Botella para José Bonaparte . El cierre de la revista satírica «Cu-Cut» , un siglo después, originó la primera visualización electoral de los partidos catalanistas tal y como los conocimos durante muchos años. «La Codorniz» fue, pese a sus orígenes militares (originalmente era «La Ametralladora», una revista que repartía el bando nacional en sus trincheras como elemento de propaganda), una de las publicaciones más perseguidas del postfranquismo . La ultraderecha atentó con «El Papus» , el yihadismo contra la francesa «Charlie Hebdo» y entre 2005 y 2007 tuvo lugar la crisis de las viñetas de Mahoma a raíz de su publicación en el diario danés « Jyllands-Posten» y de los periódicos y revistas que se solidarizaron con las amenazas sufridas por la publicación y su autor.

El humor en tiempos de crisis y los intentos por reprimirlo (desde distintos puntos de vista ideológicos) han sido, prácticamente, una constante. Quienes usan la fuerza no suelen reírse mucho. Chaplin satirizó a Hitler, un asesino de masas, en una de sus películas más conocidas, «El gran dictador» , y cuyo discurso final es conmovedor —«el odio de los hombres pasará y caerán los dictadores»—. El director Stephen Frears rodó en 2005 «Mrs. Henderson presenta», que retrata la historia del teatro Windmill , el único espectáculo de variedades que siguió abierto durante la campaña de bombardeos de los nazis sobre Londres. El actor Peter Sellers salió del elenco de aquellas obritas que permitían que una población civil machacada tuviera una ventana de ocio. Una especie de emociante resistencia civil de la normalidad frente a la barbarie.

La ola de cachondeo con la que ha sido recibido el vídeo de Daesh protagonizado por el cordobés Yassin Ahram Pérez (Abu Lais Al Qurdubi, tal y como se hace llamar en este momento) puede enmarcarse en esa terapia de grupo en la que se convierte la risa. Un joven de 22 años nacido en el hospital Reina Sofía, criado en Alcolea de una familia procedente de Pedro Abad se ha puesto delante de una cámara a cara descubierta con los efectos menos previsibles posibles. Media España ha hecho mofa del personaje , que no del asunto, cuando acaban de ocurrir dos atentados en Barcelona y Cambrils con las dramáticas y terribles consecuencias de todos conocidos.

Reconozco —mea culpa— haber estado 24 horas llorando de la risa con algunas de las cuestiones que se han podido leer en las redes sociales, una expresión civil contra el terror. Hay que reconocer que el ingenio ha sido una especie de válvula por la que ha salido la presión de un ambiente crispado producto de un atentado criminal contra la población civil y del subsiguiente numerito político entre responsables —es un decir— públicos y los que mandan en la seguridad del Estado. El tal Ahram Pérez — el hijo de la Tomasa, cierto — nos ha permitido quitar presión al mensaje de estos criminales fanáticos reduciéndolos a lo que son. Una panda de asesinos iletrados , dispuestos a retroceder siglos en el nombre de una religión, la musulmana, que millones de personas ejercen de forma pacífica en todo el planeta. Qué menos que retratar toda la bajeza moral que representan con la expresión inteligente y humana de la sátira.

Pero, y aquí viene el pero . Que este sea el primer vídeo de propaganda de Daesh en español, que sea una amenaza directa a territorios concretos con alta significación histórica para el Islam y que se encuentre protagonizado por un joven como el que puede haber cientos en este país resulta inquietante. Que una mujer y sus hijos de corta edad pudiesen esquivar los controles lógicos de la seguridad del Estado para sumarse a las filas de un sangriento grupo terrorista y que ello sucediese después de participar en operaciones de narcotráfico para la financiación de la violencia yihadista o que esté constatado que usa una decena de identidades para viajar quita las ganas, la verdad, de tomarlo a broma.

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