Cultura
El día en que la Real Academia de Córdoba abrió a Emilia Pardo Bazán las puertas
Una investigación cuenta cómo en 1912 Enrique Romero de Torres impulsó su nombramiento como correspondiente para desagraviar la negativa de la RAE
Un novelista imaginaría la escena de una recepción oficial y de una mirada curiosa que se fija en una insignia. La lleva Emilia Pardo Bazán , ya una escritora muy reconocida, y quien mira es capaz de intuir que es una medalla o insignia que la acredita como académica. ¿Cómo? ¿No había rechazado la Real Academia Española varias veces, y por razones que no tenían nada que ver con la literatura ni con la capacidad, la entrada de la escritora?
Quizá Emilia Pardo Bazán tuvo que saciar alguna vez la curiosidad de alguien y lo haría, según se desprende de sus escritos, con bastante orgullo: «Es la insignia de la Real Academia de Ciencas, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba , que dio una lección a la otra al admitirme como correspondiente por Madrid».
La historia real, la que está en los documentos, la cuenta la archivera María del Mar Ibáñez Camacho , facultativa del Archivo Histórico Provincial de Córdoba. Allí se custodian una carta y dos tarjetas postales que la autora de ‘Los pazos de Ulloa’ envió a Enrique Romero de Torres para agradecerle su nombramiento en la Real Academia de Córdoba .
Todo está en un artículo que ha publicado en el último número de la revista ‘Andalucía en la Historia’ y que enriquece el conocimiento de un episodio en que la institución cordobesa tuvo una actitud muy avanzada. «Entonces había gente muy brillante en la Academia, como Manuel Enríquez Barrios, José Priego López y Rafael Vázquez Aroca, en la edad de plata cordobesa», cuenta María del Mar Ibáñez mientras señala a Enrique Romero de Torres (1872-1956) como quien propuso el nombramiento. Era d irector del Museo de Bellas Artes y comisario de Excavaciones Arqueológicas y se dedicó de forma incansable a la cultura.
La escritora, de cuyo fallecimiento se cumple un siglo este año, aspiraba a un sillón en la RAE desde 1889 y el 2 de abril de 1912 se le negó por última vez por ser mujer. El 23 de noviembre de aquel mismo año los académicos cordobeses aprobaron por aclamación su ingreso como correspondiente por Madrid.
Para agradecer el gesto, Emilia Pardo Bazán escribió a Enrique Romero de Torres una carta con fecha de 2 de marzo de 1913. «Tiene un filo negro el borde del papel en señal de luto por la muerte de su marido el año anterior. Aunque estaba separada de él, en los meses anteriores tuvo que hacer muchas cosas de la herencia de sus hijos y no hay constancia de que viniera a Córdoba, porque además ya tenía problemas de salud », cuenta la investigadora.
«Esa Academia ha dado una lección a la otra. Esperemos que dentro de algunos años las ideas se habrán modificado , si quiera esa solamente al impulso de las que ya en Europa se extienden de un modo tan avasallador», dice la escritora, que se muestra muy feliz por el nombramiento: «Privadamente reciba usted mi gratitud y téngame por su admiradora».
La carta se leyó en la sesión del 9 de marzo de 1913 y allí estaba también la petición de la medalla o distintivo: «Me sería grato usarla alguna vez». Y la Real Academia se lo hizo llegar. Enrique Romero de Torres y Emilia Pardo Bazán no se conocían entonces, aunque después la visitó en Madrid y allí vio el lugar en que guardaba con tanto orgulloso la insignia de la Real Academia de Córdoba.
De su amistad hay también dos tarjetas postales. Una de ellas, con fecha del 21 de agosto de 1919, muestra una imagen de «Las torres de Meirás» , su residencia, y es respuesta a una anterior del académico cordobés en que él había pedido algo que ella se interesó por atender. En Meirás sí había estado antes J ulio Romero de Torres , cuya pintura había ensalzado en la prensa la escritora, incluso cuando había creado polémica en las exposiciones.
María del Ibáñez trabaja desde hace años en la catalogación del archivo de la familia Romero de Torres, que se custodia en la institución de la calle Pompeyos y habla de la actitud liberal y progresista que mantuvieron en la Córdoba de las primeras décadas del siglo XX, con el acceso de la mujer a la cultura y con muchos otros aspectos.
«La madre de Enrique y Julio Romero de Torres, aunque no tuvo vida pública , era muy amante del arte y promovió la educación de sus hijos en la cultura. A sus hermanas también las formaron en la Escuela de Bellas Artes, y Angelita , que participaba en las labores de conservación del patrimonio muy activamente, también fue académica», cuenta María del Mar Ibáñez.
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