Francisco J. Poyato - Pretérito Imperfecto
La razón de la pasión
Ni califas ni obispos pusieron celosías para impedir que entraran y salieran los creyentes de uno u otro signo
Ni califas ni obispos pusieron celosías para impedir que entraran y salieran los creyentes de uno u otro signo
Un perspicaz lector nos envió esta semana una escueta carta con una sola pregunta. «¿Qué hubiera ocurrido si la sustitución de la controvertida celosía del Patio de los Naranjos, la segunda puerta, se hubiera pedido para crear un acceso directo al culto islámico en la Mezquita-Catedral y no para dar paso a todas las cofradías en su estación de penitencia de Semana Santa...?», venía a decir. Ustedes mismos. La oficialidad ha pedido «razón y no pasión» al mundo cofrade y a la Iglesia en la enésima embestida de acoso y derribo contra el principal templo de la diócesis, su insuperable monumento y el 80 por ciento de los cordobeses, creyentes, como centro de la diana. Y es justo razón lo que le sobra a los actores protagonistas de la «Pasión» para haber dado una paso adelante de forma unánime frente a un sinsentido mayúsculo, impropio de responsables públicos y con otra carga de impacto negativo hacia la ciudad y su estructura socioeconómica.
La Junta de Andalucía, de manos de Doñarrosa, que parece mentira que haya sido casi una década alcaldiosa de Córdoba, y un expresidente de las hermandades, se apoya en una mala coartada, apurando hasta el último día para contestar un recurso del arquitecto Rafael De La-Hoz sobre el fatídico entramado de 1972 y terminar un procedimiento con luz verde desde hace meses. La tapadera, Icomos, un ente consultivo de la Unesco convertido en presunto fiscalizador del patrimonio mundial, pero más bien una cuadrilla extremista de pirómanos en un bosque. Un órgano al que la propia normativa andaluza en la materia ignora en su rol en este tipo de asuntos. Su informe califica de «riesgo» el paso de las cofradías por la Mezquita-Catedral, denuncia una «mutilación» del monumento por reemplazar la dichosa puerta, desliza la «falta de seguridad» en las calles del Casco y eleva a la categoría de Octava Maravilla la rejilla de madera cuya autoría intelectual ha sido también pasto de un cutre vodevil dentro de la estratagema, como publicó este periódico.
Durante más de siete siglos, ni con califas ni con obispos, han existido celosías. Esos arcos, han permanecido vanos durante muchas centurias, para entrar y salir de la mezquita cuando se ampliaba por la muchedumbre o se impartía clase, o para convertirse en fachada de puertas clásicas de una catedral de culto católico mayoritario. La celosía, una copia de otro elemento decorativo que existe en el interior, no tiene valor artístico por sí misma, ni es un elemento estructural de un monumento de la impronta de éste. Considerarla así es un insulto a lo que encierra esta maravilla arquitectónica que sólo cabe en una estrategia política y electoralista que aparece cada vez que un boletín oficial convoca una cita con las urnas.
Ahora bien, Icomos ha puesto muy alto su listón y me imagino que será honesto para evaluar el impacto de las parcelaciones ilegales en el entorno de Medina Azahara, que aspira a entrar en las Lista de Sitios del Patrimonio Mundial. Pueden preguntarle a Doñarrosa sobre el tema de las parcelas, que a buen seguro les dará una tesis doctoral. O al Ayuntamiento, ahora que vuelve a la política del «cheque en blanco» para dar servicios a los que no dejan ver el paisaje venerado. Será el momento en el que los cien científicos mundiales que se han flagelado estos días por el atropello cultural que se está cometiendo junto al río miren un poco hacia la ciudad palatina. Algunos de los guías de este grupo científico conocen muy bien la auténtica realidad de este yacimiento arqueológico.
Por una vez, la sociedad civil, porque también las cofradías son sociedad civil que hace labor solidaria, profesión de fe y manifestación cultural y patrimonial con altos réditos económicos en la ciudad, asoma la patita frente a estos déspotas de lo público. Y lo hacen con pasión cargada de razones.