Jesús Cabrera - El molino de los ciegos

La razón nunca grita

El decano de Filosofía y Letras desempeñó con toda solvencia el papel de Unamuno en el paraninfo de Salamanca en 1936

La «performance» que una treintena de antitaurinos intentó montar el jueves en la Facultad de Filosofía y Letras le salió mal, muy mal. Este minoritario grupo descubrió con sorpresa que no encontraron lo que iban buscando: la réplica , el insulto, los nervios perdidos, la foto, la agresión acaso. Por falta de costumbre, no debieron leer el frontispicio de tan noble edificio y creyeron que aquello era orégano desde las primeras estribaciones hasta la cumbre misma, pero no, no contaban con el comportamiento del público -más respetable que nunca- ni con la impecable reacción del decano, Eulalio Fernández , perfectamente descrita el pasado sábado en estas páginas por Rafa Aguilar, quien desempeñó con toda solvencia el papel de don Miguel de Unamuno en el paraninfo de Salamanca el 12 de octubre de 1936 frente a un general Millán Astray que sólo se diferenciaba de los animalistas en el uniforme.

Cuando se carece de argumentos se eleva el tono de voz. Esto es así desde el Neolítico y desgraciadamente prolifera cada vez más, ya sea en medios de comunicación o en foros incompatibles con la violencia verbal, como es la Universidad. El comportamiento paleolítico demostrado por la treintena que portaba la pancarta, -con algunos de ellos embozados, como si les diera vergüenza lo que estaban haciendo- se volverá a repetir cada vez que se convoque un acto con el más ligero aroma taurino y, además, convocarán a determinados medios de comunicación para que vayan a Gran Vía Parque cuando desplieguen su victimismo y su agresividad verbal frente al indefenso público del Coso de los Califas . Son así de predecibles.

No seré yo quien me adentre en los resortes mentales de los antitaurinos, ya que Rubén Amón lo hizo de forma magistral hace unos días y suscribo en su totalidad al ser esto el reflejo de una situación que trasciende lo meramente taurino. La pena es que con ellos no se puede ir más allá de la indiferencia mental , pues es materialmente imposible hilar una tan sana como deportiva confrontación de ideas desde el plano intelectual, que es como se discuten las cosas. Si, en cambio, quieren imponer su doctrina por la fuerza , pues apaga y vámonos. ¿Cómo se le va a ocurrir a un taurino recurrir a Ortega y Gasset para reforzar un argumento frente a quien el único libro que ha tenido en sus manos fue el manual de instrucciones de su videoconsola ?

Además, se les ve en exceso el plumero con su fijación por los toros. No hay que ser un lince para advertir que son otros los intereses que hay detrás de sus protestas, porque atacando a la lidia se arremete contra lo que significa y contra mucho más. Esto es obvio. Si realmente les preocupara la vida del toro, abrirían cada temporada una cuenta de crowdfunding -que tan bien manejan- para presentarse en una ganadería y comprar un par de corridas para liberar las reses. Esto sí les daría credibilidad y repercusión social para multiplicar sus adeptos, pero no han tenido aún el arrojo de hacerlo.

Si resulta que los animalistas son unos tiesos y no se estiran ni para comprar un novillo, podrían ser tenidos en serio si programaran campañas contra los dueños de los gatos y contra los veterinarios que los esterilizan . ¿Hay algo más triste que un gato capado? La operación podrá ser rápida, limpia e indolora, pero ¿dónde queda la dignidad del gato? ¿Quién le explica al minino que su emasculación no tiene otro fin que evitar molestias a sus propietarios? ¿Qué pensará el pobre animal cuando vea a sus congéneres refocilándose felizmente con los del sexo contrario sin que a él se le dé la oportunidad de disfrutar de la eclosión hormonal del celo? Esto sí que es una tortura y no la que sufre el toro.

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