Crónicas de Pegoland

Los tiempos interesantes

Nos dijeron que resistiésemos y resistimos, qué demonios. Al miedo, a la ira, a la desinformación de aquellos días infames

Una calle de Córdoba durante el estado de alarma de 2020 Álvaro Carmona
Rafael Ruiz

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Dentro de muchos años, preguntarán nuestros nietos, si es que la sangre de nuestra sangre se anima, que dónde estábamos el día en que se decretó el estado de alarma de aquella pandemia que sale en las películas, abuelo. Si la descendencia me pide detalles, le aclararé que penando la noche del 13 de marzo cuando, viéndolas venir, me llegué a los abrevaderos de costumbre para que la gran Rakel Winchester nos regase con los últimos copazos y las subsiguientes carcajadas. Del 14 de marzo recuerdo, por tanto, la sensación de cautividad , un cierto ardor de estómago y el efecto munífico del ibuprofeno en las sienes. Santificarás las fiestas, dicen los mandamientos. Un asunto que siempre me he tomado al pie de la letra.

Nos dijeron que resistiésemos y resistimos , qué demonios. Al miedo, a la ira, a la desinformación de aquellos días infames. A aquella sensación de que el cielo se caía sobre nuestras cabezas. A las ambulancias, Realejo arriba, con los sanitarios mal pertrechados. A la sensación de derrota colectiva de una sociedad supuestamente desarrollada a la que le faltaban los trozos de tela más básicos. A las estanterías del Piedra sin papel higiénico , que habrá quien tenga todavía las resmas apiladas. Que debería ser caso de estudio que anuncien una infección respiratoria y el personal se atrinchere en su casa tras rollos y rollos de Scottex doble cara.

Un año histórico, dirán los libros, cuyos perdedores han sido los débiles, los ancianos , los que han enfermado y muerto en residencias, hospitales y casas. Los que aún arrastran los daños de su enfermedad aunque han vivido para contarlo. Los que han estado solos, ancianos y jóvenes, torturados por el otro gran síntoma del puñetero coronavirus: la salud mental . Por quienes han perdido el empleo, el negocio o directamente la fe en el futuro.

«Pero es historia», nos dirán los carapapa de nuestros nietos sin remediar en que estas son unas generaciones hartas de años singulares, de momentos estelares , de crisis sin parangón de las que ya hemos superado el cupo. «Ojalá vivas tiempos interesantes», dicen los chinos. Y lo que no sabe la gente es que la frase no es una bienaventuraza sino una maldición .

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