Crónicas de Pegoland

El sí y el no de Amparo

Vino en bici y en bici se fue. Nadie puso en duda nunca que el dinero con el que pagaba el café era suyo

Amparo Pernichi, durante una comparecencia de prensa Valerio Merino
Rafael Ruiz

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Lo mejor que puedo escribir de Amparo Pernichi , ahora en la hora de su tristísima muerte , es que cuando decía sí era que sí y cuando decía no era que no. Habrán escuchado loas a su perfil activista , militante, combativo. A su compromiso cívico y a sus responsabilidades de servicio público. Todas ellas son ciertas y vienen de gente con conocimiento de causa. Lo mío es más sencillo.

Con Amparo sabías con quién te jugabas los naipes. No había exageraciones, cambios de criterio, emulaciones ni nada por el estilo. Un sí de Amparo iba a misa, figuradamente por supuesto. Uno no de Amparo, pues lo mismo. Si Amparo decía verde es que el asunto era verde. Si Amparo llamaba, es que había motivos para llamar. Si Amparo optaba por callarse es que no podía o no quería decir más de lo que estaba diciendo. Salvo en lo del Pacto de Milán que es que estaba todo el día con el temita.

Odio los tanatorios y se me dan fatal los pésames. No sé muy bien qué decir más allá del balbuceo obvio de acompañar el sentimiento de dolor de los más íntimos de quien ha dejado definitivamente el tabaco. Evito los entierros empezando por el propio al que deseo fervientemente no tener que asistir. «El cura que ha da de darme la extremaunción no es todavía monaguillo», que cantaba Sabina . Sobre todo, en casos como la de la concejala de Izquierda Unida cuya enfermedad y muerte ha llegado con muchísimas cosas por decir y hacer. Con una vida por delante, a una edad en la que empieza lo bueno. O eso dicen por ahí.

Por eso, a la gente que quiso, que quiere, a Amparo es bueno recordarle que la Pernichi era de síes y de noes creíbles, manifiestos y notorios. Y eso cuesta horrores conseguirlo y mantenerlo en el oficio de la política donde la gente vende crecepelo por arrobas. Vino en bici y en bici se fue. Nadie puso en duda nunca que el dinero con el que pagaba el café era suyo y ha dejado una estela de afectos que se extienden entre todos los que la trataron en el ámbito personal y el profesional. Sé que no hay consuelo posible para familiares y amigos. Al menos, que sean conscientes del respeto que se le tuvo en vida y de la solidaridad que ha causado su marcha.

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