Crónicas de Pegoland

ETA, la serie

Apenas nueve años después, el silencio social se ha convertido en un olvido generacional

Un fotograma de la serie «Patria» basada en la novela de Fernando Aramburu ABC
Rafael Ruiz

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ME dicen -estimado adolescente, querido hijo- que apenas nueve años después de que ETA abandonase el asesinato y el secuestro como actividad diaria (aka lucha armada) no sabes qué les pasó a Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez, el catedrático Tomás y Valiente, Ernest Lluch y así hasta las 857 personas que arrancó de este mundo. Leo que cerca de un cuarenta por ciento de españoles, de cualquier edad, no es capaz de identificar a Irene Villa como víctima de ETA y que un 70 por ciento no supo ponerle cara al funcionario de prisiones Ortega Lara como la persona que fue la víctima del secuestro más largo de la historia del terrorismo en España, al que puso fin una operación policial.

Las generaciones más preocupadas por la memoria de la Guerra Civil parecen haber olvidado el pasado más inmediato, lo que ocurrió hace apenas unos años. La imponente sangría que llevó al humorista Ivá a hacer un negro pero certero chiste: «¿Cuál es el río más largo de España? El Guardia Civil, porque nace en Andalucía y va a morir al País Vasco». Los jefes de todo aquello, como Josu Ternera , aparecen fotografiados en agencias internacionales de prensa como ancianos venerables cuando todos sabemos que decidieron la muerte de tantas personas , peones de su tablero criminal. Quienes sostuvieron todo aquello son ahora blanqueados, normalizados. Gente bien que, en fin, tuvo un pasado que es mejor dejar a un lado del camino cuando hace apenas veinte años se ilegalizaban sus partidos y se cerraban sus órganos de difusión.

Quiero que sepas -estimado adolescente, querido hijo- que ETA dio nombre hasta a una dolencia psiquiátrica . Se llamaba síndrome del Norte. Lo afrontaron centenares de funcionarios y sus familias que cuidaban de que cada día no fuese el último. Ahora lo llamaríamos estrés postraumático. Parece haberse olvidado aquella sensación de levantarse una mañana y poner la radio para un recuento de víctimas, de explosiones, de tiros en la nuca. Aquellas escenas que dejaban los coches bomba como el de hace apenas 24 años -cierto, tú no habías nacido- en Carlos III, donde hubo un muerto (apunta, el sargento Miguel Ángel Ayllón, de 27 años) pero pudo haber docenas. Aquel desamparo.

Hace unos días -estimado adolescente, querido hijo-, mientras salía ETA en las noticias de la tele intenté explicarte cómo fue aquello, cómo era comprar el periódico y pensar que no había fin. Reconozco que volví a tener aquella sensación en la garganta y acabé callando. El trauma social existe y la única forma de superarlo es con terapia: hablando de ello. Es la fortuna de la novela de Fernando Aramburu -que deberías leer, se llama «Patria» - que puso, por fin, palabras donde había un gran riesgo de otro silencio, tan español, para seguir adelante con la vida, que ya es lo bastante dura. Ahora incluso han hecho una serie. La puedes ver en el ordenador cuando acabes las clases «on line» del instituto.

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