Crónicas de Pegoland

El Realejo desde arriba

Si suben a la torre de San Lorenzo, admiren la Córdoba popular y vieja

Vistas desde San Lorenzo Valerio Merino
Rafael Ruiz

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Como bien explica en este mismo periódico el camarada Luis Miranda, el párroco de San Lorenzo , Rafael Rabasco, ha tenido la feliz iniciativa de que se permita subir a la torre del bellísimo templo fernandino por unos módicos cinco pavos. Le auguro todo el éxito porque desde encima de San Lorenzo se ve Córdoba desde abajo, ustedes permitan la paradoja. Eso que los modernos llaman la Ajerquía Norte es, en puridad, una hondonada poblada por menestrales, los primeros que tradicionalmente se han llevado los primeros cosquis cuando las cosas de la guerra se ponían chungas.

De ahí viene el nombre del Realejo , que no fue sino el lugar donde acamparon las tropas de Fernando III cuando tomaron Córdoba tras la operación de comando de Alvar Colodro. Y en eso se ha quedado el Realejo como un no lugar. Una calle que es, en realidad, un ambiente compartido entre los repartidores de pizzas, las viejas con andador, los flamencos guapos, el último afilador que va quedando y los muchachos modernos que se atreven a vivir en estos barrios atraídos por la cosa bohemia y los pisos baratillos. Un sitio indefinido que es el hilo que cose los naranjos de San Andrés, pasa por la Almagra, para en el Santi, llega por las Beatilllas hasta San Agustín, se da un salto a la Fuenseca, se toma un Doblas fresquito en Casa Luis y pide caracoles en la Magdalena.

El Realejo vertebra la Córdoba vieja que va quedando asumiendo el hecho que vivir en Santa Marina, la Piedra Escrita o el Huerto Hundido es un privilegio y un tostón. Y es una entrada en primera fila para conocer las contradicciones humanas, el teatro descarnado de la vida. Las alegrías más solidarias y compartidas y los dramas más personales. Los odios más enconados —sitio chico, infierno grande— y los gestos de resistencia común.

Si se atreven con la torre de la parroquia de San Lorenzo, que es el Realejo Este, contemplen en toda su inmensidad ese hilo de vida que sube a donde viven los señores y se pasean los turistas. Admiren la grandiosa belleza de la Córdoba popular de las medianeras, de las sábanas en las azoteas, de las charlas de balcón a balcón. De eso que, poquito a poco, se nos muere.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación