Croinicas de Pegoland

El Pánico

Me bajo del carro del pánico en el que involuntariamente pueda haberme subido

Ambiente de Navidad en el Centro de Córdoba
Rafael Ruiz

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Estoy hasta las narices del pánico , de los que han consagrado su vida a distribuirlo, de los camellos del miedo que se ponen en las esquinas a pasar papelinas de pavor, de los narcotraficantes del malestar, de los que encuentran sentido a su vida difundiendo mentiras sin fundamento sobre las cosas tan malas que a usted le puede pasar. Llega uno a un bar y se encuentra la cola llena de gente dispuesta a meterse pavor por la trocha, mal cuerpo en rayas, gramos y gramos de malestar social. Parece que no hay forma de vivir sin susto para estos especímenes adictos al terror, a anunciar el siguiente apocalipsis a pesar de que han sobrevivido, los muy gañanes, a todos los demás fines del mundo que han celebrado como verdaderos.

Son los que te dicen que si te vacunas te van a salir antenas, que ya no podrás tener descendencia , lo que visto con perspectiva puede tener sus utilidades prácticas. Los que aventan la incidencia de contagios sin ponerlos en el contexto adecuado de la realidad hospitalaria, de que ahora tenemos armas poderosas con las que no contábamos en marzo de 2020. Los que no pueden vivir sin que les restrinjan la vida poderes superiores a pesar de que la calle se ha vaciado de forma súbita.

Basta pasear por Córdoba en estos días de sexta ola. Cualquier parecido con el periodo prenavideño de cualquier año con gente celebrando cosas es pura coincidencia . Basta con dejar el puñetero móvil en el bolsillo, salir a la calle y hablar con la gente. La respuesta a todo lo que está pasando ha sido la de cuidarse porque a las personas, en general, no le gusta morirse y le fastidia bastante enfermar.

Me bajo del carro del pánico en el que involuntariamente pueda haberme subido porque, como decía un clásico, no se puede estar en la cárcel y con miedo . No me lo meteré por la napia e intentaré con todas mis fuerzas que no se distribuya en mi presencia y que quien lo consuma sepa de sus perniciosas consecuencias. Que no cuenten conmigo para dejar una estela chunga detrás de las palabras que escribo. Me quedo con el dato, con la realidad, con lo que se puede verificar, con el sentido común y la ciencia. Con la información para adultos que no necesitan medicación. Con eso que llamábamos antes, sencillamente, la verdad.

Tengan una Feliz Navidad .

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