Crónicas de Pegoland
Una noche de aquellas
Esas madrugadas sin fin, esos garitos atestados
De todas las cosas triviales que se echan de menos de aquellos tiempos lejanos previos a la pandemia , una buena madrugada sin perspectivas de llegar a casa es probablemente la que encabece el ranking . A fuerza de irse de los bares a las seis de la tarde, alguna vez y cuando pase esto no va a haber autoridad sanitaria que nos tenga en pie pasadas las once de la noche ahora que somos caseros a la fuerza.
Resumiendo, añoro una buena noche larga de picos pardos en La Comuna, en el Long Rock, en El Amapola, de puerta en puerta por Alfaros. Aquella estúpida sensación de levedad . Que el mayor temor por el porvenir inmediato se redujese a un resfriado , a resbalar con un charco por la lluvia o que el camarero no pusiese la penúltima antes de que Frank Sinatra cantase el «New York, New York».
El garito, la sala de conciertos . El calor en verano y el agobio en invierno. Las conversaciones casuales y las amistades selladas con fuego. Los abrigos perdidos y los paraguas abandonados. Esos lunes improvisados. Las tarjetas agotadas y los cuartos de baño llenos de gente que no iba a dar de cuerpo. Esa posibilidad de olvidarse de que el mundo es un lugar frío y peligroso a costa de mantener conversaciones estúpidas en lugares donde el volumen de la música no permite hablar. El pisotón como unidad de medida . La resistencia al empujón como clave del éxito de un local nocturno. Los imbéciles profesionales, los gañanes que se dedican a meter la pata, a molestar al personal. Incluso a esos se les echa de menos.
Los conciertos, ay, los conciertos . La música en directo . La búsqueda del camino interior que toda bulla comporta para buscar ese lugar a medio camino entre el escenario y la barra. Las colas para la entrada , las colas para el aseo , las colas para salir del aseo. El olor que descubrimos en los tugurios cuando Zapatero prohibió el tabaco. Las barras vacías , las barras abarrotadas , las esquinas de las barras . Hacerse fuerte junto al perchero, salir en turnos a fumar. Ellas, tan inalcanzables. Esa otra vida que tuvimos , al parecer, hace tan poco tiempo que nos empieza a parecer un siglo distinto .