Apuntes al margen

La maraña de cables

Las cosas con el uso de las fachadas no ha ido a mejor sino todo lo contrario pese a una norma restrictiva que da amplios poderes

Cableado junto a la fachada de la MEzquita-Catedral de Córdoba Valerio Merino
Rafael Ruiz

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El Ayuntamiento de Córdoba ha iniciado un proyecto de intervenciones puntuales en el Casco Histórico con el objetivo de reparar esos puntos concretos que dan bastante vergüenza ajena. Y en los dos casos que llevamos hasta el momento se han producido o anunciado intervenciones concretas para la reducción del cableado que se encuentra en las fachadas. Ya se ha retirado, veremos lo que dura, en la plaza de Capuchinos y, cuando acabe la Semana Santa, se empezarán las actuaciones sobre el altar o retablo a San Rafael de la calle Lineros.

En ambos casos, el Ayuntamiento ha corrido con los gastos y, si algo no se ha escuchado, es que alguna de las muchas empresas que usan las fachadas de las casas haya aportado un solo euro en la creación de unas soluciones menos agresivas para el entorno.

No tiene ni pizca de gracia que en el Casco Histórico no se permita la instalación de equipos de generación fotovoltaica de autoconsumo pero sí se pueda llenar las calles de una maraña de cables cada vez más tupida, cada vez más inmanejable. Cada vez más horrorosa. Todas las intervenciones puntuales que se realizan se están pagando desde el erario público.

La ciudad de Córdoba dispone desde hace catorce años de una ordenanza, de una ley municipal, que intentó atajar este tipo de malas praxis. En vez de terapia de choque o de buscar programas públicos para favorecer un uso más responsable del Casco, se optó por una especie de aterrizaje suave. Las calles se irían reparando progresivamente y, con carácter previo al desarrollo de cada obra, se hablaría con las empresas suministradoras que tendrían que bajar sus tendidos a las nuevas galerías técnicas.

Lo que ha ocurrido este tiempo, conciendo que España es el país con más normas y con menos ganas de cumplirlas , no les sorprenderá. La verdad verdadera es que muchas calles se han reparado pero no ha habido ninguna intención de retirar el cableado de las paredes. Ni de obligar a retirar la maraña de cables cuando las empresas se ponían farrucas alegando el coste que les genera tener que cambiar una infraestructura por una cuestión de preservación del patrimonio.

Es lo mismo que podría alegar un constructor al que se le obliga a realizar una vivienda de una determinada manera o el propietario de un negocio que no puede tomar determinadas decisiones en aras a la preservación del Casco.

Sucede que en todo este tiempo los servicios de cable no hay ido a menos sino a más. Las empresas se han multiplicado como consecuencia de la liberalización de mercados como la energía o las telecomunicaciones. Y la irrupción de elementos como la fibra óptica han hecho que se necesiten más fachadas y no menos.

Un veterano de la Gerencia de Urbanismo contaba en la presentación de las obras del retablo de San Rafael de la calle Lineros que ha tenido que poner de acuerdo a siete compañías telefónicas (se entiende que de internet y datos) distintas para un tramo de 25 metros.

La ordenanza que aún sigue vigente se aprobó con un ánimo claramente restrictivo . Permitió condicionar licencias a la retirada del cable. Y ordenaba que éste solo estuviese visible el tiempo estricamente necesario. Como en algunas cosas de la vida, las cosas en este tiempo no han mejorado. Todo lo contario. Y lo que no está de más es darle una buena pensada a la pregunta siguiente: ¿De verdad se tiene que sufragar con dinero público el coste de ese soterramiento?

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