Crónicas de Pegoland
Manolo, pon la última
Ha dirigido, hasta su jubilación voluntariamente decidida, El Correo, un bar que no es un bar. Es parte de la vida de la ciudad de Córdoba
![Manolo Carrasco, en el bar El Correo de Córdoba](https://s3.abcstatics.com/media/andalucia/2021/12/30/s/opinion-ruiz-manolo-k44B--1248x698@abc.jpg)
El día que tuve que rehacer la vida, Manolo Carrasco me puso en las manos una caja de cartón llena de vasos de El Correo , institución cordobesa más que bar propiamente dicho. «Toma, que te va a hacer falta», me dijo, sabedor de que, en aquel momento, estaba con una mano delante y la otra detrás. En esos vasos, con el logo del negocio serigrafiado, mi niño se tomaba el colacao , cenábamos junto a la tele y nos refrescábamos el gaznate con gazpacho. Nunca le agradeceré el gesto lo suficiente.
Digo esto como advertencia de que, para el que suscribe, Manolo Carrasco no es el atribulado tabernero gruñón del tópico sino un señor al que aprecio de cordobesas maneras: sin insistir en exceso. Un hombre que ha dirigido, hasta su jubilación voluntariamente decidida , un bar que no es un bar. Es parte de la vida misma de la ciudad de Córdoba. Como los bancos de los parques, las estatuas de las plazas o el granito de los adoquines.
El Correo no es una taberna sino un espacio así como la Fuenseca es un espíritu y Guzmán una tradición. Al Correo no se va porque basta con pasar y parar, verbo adecuado para estos tiempos. Ni siquiera se queda en El Correo porque te los vas a topar igual. Es la viva demostración empírica de que nada importa en exceso, que las cosas tienen sus ritmos y que igual es el resto del mundo el que se equivoca. Que existe un lugar donde se celebra la ciudad, la conversación , las risas .
Es allí donde coinciden el rico y el buhonero, la guapa y el desgraciado, el escritor y el obrero del metal. Los músicos de orquesta y los niños del reguetón. El Correo es apto para todos los públicos porque se está en la calle que sigue siendo de todos y de nadie. Y todo se ha hecho bajo la mirada totémica de Manolo, eslabón de la familia Carrasco que ha dirigido el negocio con éxito de crítica y público hasta su voluntaria retirada.
El Correo vive, la lucha sigue. De Manolo a Manolo , como no podía ser de otra manera. Y lo que toca ahora es dar las gracias por la santa paciencia demostrada y por aquella caja de vasos en los que mi niño desayunaba. Por las veces en las que el trapo se levantó para dar de beber al sediento. Jubilarse, al fin y al cabo, viene de júbilo.
Noticias relacionadas