Crónicas de Pegoland
El insulto definitivo
El último personaje del Realejo pretende ofender a los vecinos llamándolos «heterosexuales»
El último personaje que tenemos pululando por el Realejo , territorio de realismo mágico, es uno de esos arquetipos urbanos víctima de la reforma de la salud mental que insulta a todo el que tiene cerca , venga o no a cuento, lo conozca o no. La cuestión que tiene al vecindario verdaramente intrigado es que no nos intenta ultrajar con los clásicos que usted pueda imaginar y que Cela acopió en el ‘Diccionario secreto’: cornudo, malparido, etcétera. No. Ese caballero nos pone de vuelta y media llamándonos «heterosexual» a la cara. Con todas las letras. A gritos. Y que el cielo caiga sobre nuestras heterosexuales cabezas lo cual es mucho suponer para el cien por cien del barrio donde habrá de todo por mero cálculo de probabilidades.
Imaginaba uno muchos escenarios pero no el de la heterosexualidad normativa siendo objeto de escarnio por la calle, momento en el que, en fin, no queda más remedio que seguir tu camino. Te llaman heterosexual con ánimo injurioso y, la verdad, toca bajar la mirada y seguir a tus cosas porque es, en sus fundamentos básicos, correcto. Tampoco le vas a poner una denuncia al pobre por un delito de odio que bastante tiene con lo que tiene. Que anda como las maracas de Machín. No sé si me explico.
Está uno en la cola del pan, intentando comprar el Euromillón que lo libere de las cadenas de los bienes de producción, mandándole un Bizum al niño para que salga con los colegas y zas: Heterosexual que te crió. Para que duermas calentito esta noche, qué te habías creído . Y no sabe uno si decirle: oiga, oiga. Un respeto, llamarme heterosexual a mí delante de la familia, que no tiene por qué pasar este mal rato. A cuento de qué viene esto, niñato. Me lo dices en la calle lo de heterosexual . A ver si tienes lo que hay que tener.
He aquí, por ende, el insulto definitivo, el curricular . El improperio con perspectiva de género. Las nuevas masculinidades vociferantes en modo agravio. La venganza histórica de generaciones de homosexuales que convierten lo otro en denuesto . Es verdad que a las señoras las llama putas, que es lo que nos tiene finalmente fascinados a los del barrio. Y ahí te la juegas, amigo. Te la juegas.
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