Crónicas de Pegoland
Eso de la guitarra
El porque sí como argumento para no cambiar cuando algo se debe hacer
EN contra de los numerosos fans del Festival de la Guitarra , me mojo. Esto no puede seguir así. El mayor certamen cultural que se organiza en la ciudad de Córdoba necesita desde hace muchos años de un meneo gordo, de un cambio, que entre aire nuevo en la gestión de la cosa. La cita de cada verano es el mayor esfuerzo en programación que se realiza con dinero público en la ciudad de Córdoba . De ochocientos mil a un millón de euros, según sea año preelectoral o no, se invierten en una cita que debería haber cumplido cuatro décadas de vida si no fuera por el Covid . Lo que debería recibirse todos los años con expectación ha entrado en una cómoda fase de inercia, de acomodo. Quién viene este año otra vez al Festival de la Guitarra es la pregunta que, con cierta maldad, se escucha cuando se presentan los carteles. Si ha bajado en esta ocasión la edad media de los músicos o del público al que se orienta suele ser la segunda.
Desde que piso el Ayuntamiento de Córdoba , el Festival de la Guitarra ha estado bajo un debate que nunca llegaba a descorchar. Había quien opinaba con razón que era una cita consolidada que había que cuidar pero que ya era imposible competir directamente con las grandes citas del calendario por cuestión de escala. Había también quien entendía, y tampoco sin razón, que se había entrado en una mala compañía, la inercia. Y que ese dinero invertido en apenas unas semanas podía contribuir a una programación más robusta repartida durante todo el año. El asunto se resolvió de cordobesas maneras: metiéndolo debajo de la alfombra y apelando a lo bien que viene para el turismo que es el argumento «cuñao» de costumbre cuando se habla de cultura.
En los dos últimos años, se han producido sendas propuestas para cambiar las cosas. La primera fue del entonces concejal de Cultura, David Luque, quien abogaba por emular el sistema de trabajo de Cosmopoética creando la figura de un director artístico. El alcalde, José María Bellido , h a propuesto a su vez un nuevo sistema en el que los siete conciertos centrales estarían organizados y producidos por una empresa privada que cobraría un fijo y un porcentaje de taquilla para que ocurra lo que ocurra. Fuera eufemismos: el asunto ha sido recibido con ciertas reservas ya que se ha interpretado como una forma de que una empresa cordobesa del sector, Riff , tome un papel más activo en la programación y producción del festival.
Sinceramente, no tengo ni idea si el plan de Bellido es bueno. Me da igual, básicamente, quién lleve a cabo determinados trabajos o como se retribuyan mientras se haga de una forma abierta, transparente y competitiva. Sin cartas marcadas, ni cláusulas extrañas. La cuestión es que todo en la vida ha de ser sometido a una reflexión de vez en cuando so pena de esa sensación de anquilosamiento generalizado que adquieren las cosas cuando no se orean. Y que aferrarse a lo de siempre sin más argumento que «porque sí» es un error.