Crónicas de Pegoland

Esquilache

Carlos III optó por tomar una serie de disposiciones a la postre modernizadoras como la legislación sobre cereales

Un chica se refresca junto al aire acondicionado ARCHIVO
Rafael Ruiz

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Uno de los muchos problemas que aquejan a la clase política es su absoluta inobservancia de las lecciones que nos ofrece la Historia. Cosas que se arreglan leyendo, cierto, pero sobre las que parecen tropezar a cada rato al ignorar los escarmientos de sus predecesores. El 23 de marzo de 1766, Domingo de Ramos , se produjo uno de los levantamientos populares (que en España siempre van de la mano de los poderes y los curas) más serios contra un monarca moderno, en este caso Carlos III.

Los que recuerden los libros de texto del instituto sabrán que el asunto se produjo a raíz de la prohibición dictada por el ministro favorito del Rey , un italiano llamado Leopoldo de Gregorio , marqués de Esquilache . La historia corta dice que el problema se suscitó contra el decreto que vetaba el uso de capa con embozo y sombrero de ala ancha, una medida que pretendía identificar a los autores de robos y otros crímenes . La historia larga es que, en ese momento, España atravesaba una situación de gravísima carestía con mucho paro y un incremento bestial de los productos de primera necesidad como los alquileres o los productos básicos de la cesta de la compra.

Carlos III optó por tomar una serie de disposiciones a la postre modernizadoras como la legislación sobre cereales. La consecuencia fue la de un incremento brutal del precio del pan, que fue a la par del que experimentaron productos como el tocino, que entonces eran el plato de cada día de las clases populares. Los ricos siguieron con sus mesas abundantes porque se lo podían permitir. Fueron los menesterosos quienes corrieron con la cuenta de la juerga, que es lo que suele pasar.

Cuando lleguen las facturas de la luz del verano, que en Córdoba es época de uso masivo de aires acondicionados convertidos en objetos de primera necesidad, vamos a saber a ciencia cierta qué es hora punta, llana y valle, cuya diferencia de precio supera el noventa por ciento. Y cuando pasen cosas, por ejemplo el crecimiento de los neopopulismos en las urnas, nos dirán que fueron las capas con embozo, otra vez. Pero sabremos, muy en el fondo de nuestras conciencias, que fue la factura de la luz desquiciada, gravar al que no puede cambiar de automóvil o la idea espléndida de cobrar peajes en carreteras chungas mientras Alberto Garzón sigue con lo de los Red Bull .

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