Crónicas de Pegoland
El brazo de Manuel
El primer vacunado somos todos deseando dejar atrás este año terrible
Manuel Prieto , el primer vacunado en Córdoba, tiene un brazo que es un símbolo de este año que termina. Que salga aquel que dijo lo de «ojalá vivas tiempos interesantes»: pedazo de carne sin bautizar. Si hemos tenido una situación crítica, catártica, este hombre representa un icono. La esperanza, que no es poco, la posibilidad de pasar a otra cosa. Por el sistema defensivo de ese caballero corre toda la experiencia y el conocimiento disponible del ser humano para que pasemos de una vez este año de mierda, nefasto, brutal. Que nos ha dejado tantas historias dramáticas, de pérdida y soledad. De ruina de las malas. De desesperanza. De puro terror. De debilidad.
Manuel, con su atildado nudo «windsor» en la corbata , es un poco lo que todos esperamos. Un pinchazo, una vacuna y la esperanza de volver a lo que hacíamos. A las barras abiertas, al miedo al futuro sin miedo añadido al futuro, a que vuelvan las madrugadas del Long Rock. A ese saber que no sabemos lo que pasará sin necesidad de desconfiar de un amigo, de un beso, de un abrazo. A no salir a la calle con ese temor desconsolado a enfermar y morir. A hacer enfermar a otros. A las distancias, a la frialdad.
El señor Prieto se presentó al primer día de la vacunación hecho un pincel que es lo que deberíamos hacer todos cuando nos llamen del centro de salud. Colocarnos la s mejores galas, anundarnos la corbata, mandar el traje al tinte, quitarle las arrugas con la plancha. Qué menos que recibir a la ciencia que sana con el mejor de los respetos disponibles. Vestidos de domingo, que cantaba Lichis, con la certeza de que hay futuro, que el miedo tiene fecha de caducidad.
El señor Prieto somos un poco todos los señores Prieto que hemos pasado este año (horrible, nefando) con miedo a respirar. Charly García tiene una canción que habla de la dictadura argentina. Se llama «Los dinosaurios». Dice algo así que las personas, los amigos, los amores pueden desaparecer. Pero que si hay algo cierto, seguro, es que los dinosaurios, como las peores cosas de esta vida, van a desaparecer. Esto acabará y Manuel Prieto, de 77 años y gusto exquisito, es el primero. Bendito sea su brazo, bendito sea.
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