Depende...
¿No tiene límites?
Es inevitable plantearse cuál es el límite y en qué momento o ante qué barbaridad reaccionarán la mayoría de los socialistas
Por desgracia los españoles hemos caído en la trampa tendida por algunos políticos y sus asesores en la sombra. Buscan la polarización y la política de bloques como mecanismo para retener o movilizar a su electorado. No se trata ya de hacer propuestas sino de buscar la bronca, cuanto más dura mejor, con el de enfrente. El juego político ha dejado de ser para la mayor parte de los ciudadanos el de la confrontación de las ideas y se ha convertido en el de la simple defensa numantina de lo hecho por los propios y la crítica inmisericorde de lo realizado por los ajenos. Parecemos -reconozco haber caído en ello en muchas ocasiones- en muchas más ocasiones de lo deseable, hooligans futbolísticos y no ciudadanos con criterio.
Que la gestión de la crisis derivada de la pandemia desarrollada por el gobierno de Pedro Sánchez ha sido, y sigue siendo, catastrófica es una evidencia. Ni en lo económico, ni en lo sanitario ha estado a la altura de lo exigido. Actuaron tarde por motivos aún no aclarados, el liderazgo brilla por su ausencia y el ejercicio de las labores de coordinación y mando único son un manifiesto desastre. Pero si esto es verdad, no lo es menos que en la Comunidad de Madrid otro gobierno, de signo diferente, tampoco ha estado a la altura y su presidenta ha buscado repetidamente la confrontación y el cuerpo a cuerpo dialéctico con el Gobierno central como única forma de tapar sus errores y su, al menos hasta hoy, incapacidad para gestionar unas competencias que repetidamente reclamaba durante el estado de alarma: sí, no hay duda de que en el PP hay quienes como Feijóo o Juanma Moreno han realizado una gestión sobresaliente y quien no. Negarlo sería absurdo y poco leal con la verdad.
Pocos socialistas osarán cuestionar al César Sánchez. Ni siquiera a ese Sánchez que pacta con quien, según él mismo, pretende destruir el Estado, que prohíbe al Rey acudir a ciertos actos institucionales, que inicia la tramitación de un indulto para unos golpistas que no han expresado el más mínimo arrepentimiento, que blanquea a los herederos de los etarras y les otorga un papel central en la negociación de los presupuestos. Ni con tales conductas, inconcebibles hace apenas unos años, apenas se oyen voces críticas. Y al que se atreve a criticarlo, como Felipe González , se le vapulea. Es inevitable plantearse cuál es el límite y en qué momento o ante qué barbaridad reaccionarán la mayoría de los socialistas. ¿No hay acaso límites para Sánchez?
Pocas cosas buenas saldrán de esta crisis. Ya está demostrado que no saldremos mejores ni más unidos como decíamos mientras salíamos a los balcones a aplaudir. Sólo cabe esperar que nos anime a exigir dirigentes capacitados y valientes, que aún a riesgo de su carrera y en beneficio de la decencia pública, exijan responsabilidades a los suyos.
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