Depende...

Más difícil es ejecutar que aprobar

La pandemia debe servir a los Ayuntamientos como revulsivo

Concejales en el Pleno del Ayuntamiento de Córdoba del mes de febrero Álvaro Carmona
Rafael Díaz Vieito

Rafael Díaz Vieito

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Las elecciones municipales de 2015 iniciaron una tendencia consolidada en 2019. Apenas en un par de ciudades de cierto tamaño hay gobiernos apoyados por un solo partido con mayoría absoluta . Zamora, Vigo o Estepona son excepciones a la regla general, la fragmentación. En esas condiciones aprobar un presupuesto -y no digamos ya hacerlo en plazo-, resulta una tarea compleja. Córdoba, que no es ajena a esa tendencia y carece de un gobierno con mayoría absoluta, tiene desde este jueves unos presupuestos con los que afrontar los múltiples retos que la ciudad tiene por delante , multiplicados como consecuencia de la pandemia que padecemos. Una buena noticia, sin duda, aunque, como en ejercicios anteriores y con la crítica de quien hoy gobierna, hayan sido aprobados cuatro meses después del comienzo del año.

Si aprobar unos presupuestos es hoy tarea de titanes, mucho más lo es ejecutarlos. Anunciar ochocientos mil euros para reformas en el casco histórico (parece poco, ¿no?) o mas d e veintiocho millones para proyectos no servirá de nada si no existe una gestión ágil y eficaz, que sustituya a las palabras huecas y a los cansinos argumentarios de partido, que permita que esas partidas finalmente sean invertidas y no pasen a engrosar el desmesurado superávit del Ayuntamiento de los últimos años. Pocas peores noticias podremos leer en el ámbito municipal, Covid-19 aparte , que el Ayuntamiento cierra el ejercicio 2020 con veinticinco o treinta millones de euros de superávit.

La tragedia de la pandemia , de nefasta gestión sanchista, debe servir en los Ayuntamientos como revulsivo para afrontar reformas verdaderamente transformadoras , generar auténticos liderazgos que se extiendan a todas las áreas -animo al alcalde a asumir personalmente aquellas más delicadas por encima de cualquier pacto que hasta hoy ha producido ineficiencias- y eliminar vicios arraigados.

El concepto actual de ciudad como pequeño Estado en la que alcaldes y concejales se adornan y dedican a hacer política nacional y, en ocasiones, hasta internacional debe ser erradicado para centrarse en sus competencias propias y en las necesidades de sus ciudadanos; la evaluación de la eficacia del teletrabajo es inexcusable para detectar las disfunciones que inevitablemente provoca que no se hayan suministrado desde la administración equipos informáticos a sus funcionarios; el control de los plazos y la exigencia a técnicos políticos ha de ser máxima; y el abandono del seguidismo ciego de las consignas de partido para poner la ciudad por encima de los coyunturales intereses de cada formación es imprescindible.

No es momento de comisiones, libros blancos y demás martingalas al uso: es el de las decisiones valientes y audaces y de asumir que, aunque la izquierda lo crea, los problemas no los puede arreglar sólo la Administración . Hay que dotar al sector privado de los medios para seguir generando riqueza y empleo, aliviar la presión fiscal y remover obstáculos para el desarrollo de la actividad. Por pedir que no quede.

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