Contramiradas

Rafael Álvarez «El Brujo»: «Contar historias es celebrar la vida»

El actor, natural de Córdoba, vuelve a embrujar al público con los clásicos

Rafael Álvarez «El Brujo» Vanessa Gómez

Aristóteles Moreno

Rafael Álvarez «El Brujo» no recuerda nada de Lucena , su localidad natal. Lógico: con tres meses emigró a Torredonjimeno y allí tejió su infancia. Su vínculo con Córdoba , no obstante, sigue vivo. Mantiene lazos familiares en Lucena y Puente Genil, y rara vez deja pasar más de un año sin regresar a la tierra que lo vio nacer. El Brujo es uno de nuestros actores más sólidos. Ha logrado cimentar un camino propio trufado de teatro clásico y esa tan española tradición de los cómicos de pueblo.

Su indiscutible prestigio escenográfico prendió en aquella serie inolvidable de Juncal , cuando Córdoba se paralizaba hipnotizada por las andanzas del torero y su inseparable Búfalo, el limpiabotas. Paco Rabal y El Brujo bordaron un dueto irrepetible en la historia de la televisión. Ahora, treinta años después, Rafael Álvarez vuelve a los clásicos griegos, con una obra, «Esquilo», que se sumerge en los grandes interrogantes de la condición humana.

-Dice usted sobre «Esquilo»: «Me he bañado en el manantial de la tragedia griega». ¿De qué se ha empapado?

-He estado haciendo un trabajo de investigación para preparar el espectáculo que estrené en el Festival de Mérida durante el verano de 2018.

-Siempre regresa a los clásicos.

-Los clásicos son mi plato fuerte, mi referente, el depósito de la cultura teatral de la humanidad.

-¿Todo está en los clásicos?

-Casi todo. De hecho, los nuevos novelistas y dramaturgos retoman los temas de la literatura clásica, porque ellos pusieron el dedo en la llaga de la existencia humana. Tienen una sabiduría profunda y están imbuidos de una concepción del mundo amplia, que yo diría universalista. Ahora hay mucho pensamiento localista. Yo y lo mío, nosotros y lo nuestro, mi gente, mi pueblo, mi país, mi pensamiento, mis ideas, mi partido. Y eso hace que la mente se estreche.

-¿Y qué ha descubierto en Esquilo?

-Es un autor clásico que tiene una fuerza mágica . Está conectado a un pensamiento sagrado, que es la influencia de los dioses. Esos dioses son fuerzas que tenemos dentro de nosotros mismos. Son nuestra capacidad de amar o de heroísmo. Tenemos también dioses negativos. Capacidad para odiar, para destruir. Esquilo presenta ese combate y lo transmite con una fuerza poética maravillosa.

-¿Los dioses siguen explicando hoy el mundo?

-Primero habría que entender a los dioses . Los dioses lo pueden explicar pero, si uno no conecta con ellos, no vale para nada. Hoy día vivimos en un mundo materialista. Se cree solo en lo que se ve, en lo que se mide, en lo que se toca, en lo que se pesa. Lo dice la ciencia moderna: la materia es energía y la energía es luz y la luz es pensamiento congelado. El universo piensa . Todo eso son los dioses, pero la gente no entiende eso.

-¿Por qué solo sobre el escenario?

-Llevo trabajando solo mucho tiempo porque puedo improvisar, contar cosas al margen del guion , tocar los temas que yo quiero. Es un género antiquísimo en el teatro. Los italianos le llamaban juglares y en España hay una tradición que es el «bululú», un actor que interpreta solo los diferentes papeles de una obra en el teatro.

-Dice un autor teatral sobre usted: «Recoge la tradición del narrador de feria». ¿Se reconoce?

-Perfectamente. Yo he recogido esa tradición, que es universal. Si te vas a Marraquech verás en la plaza a los contadores de historias. Es una tradición antigua, medieval. Yo la he retomado y la he aplicado a los textos de la literatura clásica.

-¿Por qué quiere contar historias?

-La vida misma es una historia . Contar historias es celebrar la vida. Es una fiesta. Es siempre una metáfora de lo que es el universo . El punto donde podemos calmarnos y reflexionar sobre la vida.

-¿La España del Lazarillo de Tormes habita todavía entre nosotros?

-Pues sí. No de forma tan extrema como cuenta el Lazarillo de Tormes , que es el hambre del siglo XVI, cuando en el planeta solo había 200 millones de personas. Era un hambre extrema. La picaresca nace porque hay hambre y llega un momento en que la gente ya no cree en nada más, salvo en su capacidad personal para salir. La insolidaridad del pícaro es lo que le caracteriza. Al pícaro no lo convences para ir a una manifestación. Va por su cuenta. Va buscando siempre una ventaja individual. ¿Por qué? Porque no cree en nada, le han dado muchos palos, lo tiene muy crudo y tiene que sobrevivir. En esta época está pasando eso.

-Hoy no hay hambre y sigue habiendo picaresca.

-Sí hay hambre. Mucha necesidad . La gente en el XVI lo solucionaba con una cebolla y un trozo de pan. Ahora hay un hambre peor: la incertidumbre y el desasosiego por no saber cómo vas a pagar una factura a fin de mes.

-A usted le seducen los perdedores y los antihéroes.

-Más bien, ellos me han elegido a mí. Se me han ido presentando de forma casual y los grandes éxitos han sido con este tipo de personajes. Los personajes que han sufrido la exclusión, la necesidad, que se han confrontado mucho con la dificultad. Esos personajes son muy atractivos, son muy bellos, mueven a la compasión y son muy poéticos en el fondo.

-Dice usted: «Soy un cómico que hace reír para sobrevivir». ¿Solo reír?

-Solo reír, no. Yo vivo de la risa del público . Al público le cuentas una verdad profunda y desconecta. Hoy la gente no está para sermones ni para intelectualidad . Va al teatro a divertirse y en el ritmo vivo del espectáculo puedes introducir toda la filosofía, la poética, la didáctica del mundo, pero sin olvidar que el teatro es una fiesta y la gente va a disfrutar .

-¿Qué le dice a usted la palabra compromiso?

-Mi compromiso ha sido tardío. Y he llegado a la conclusión de que lo mejor es comprometerse con uno mismo. Y no es algo evasivo. Es el compromiso más importante y profundo, y el que más te compromete.

-¿Qué queda en El Brujo de aquellos cines de verano de su infancia?

-Quedan muchas cosas. Los recuerdos , los afectos, la familia, los amigos y el mismo deseo de gozar de la vida.

-¿Cuándo comprendió usted que tenía que ser actor?

-Fue una opción tardía. Estaba en París con un amigo a punto de ir a Rotterdam para embarcar en un barco que iba por el mundo con petróleo. Entonces llamé por teléfono a un compañero, José Luis Alonso de Santos , y me dijo: «No. No hagas eso. Vente para acá y haz de protagonista en una obra de teatro que voy a montar yo». Ahí empezó todo.

-Juncal, años después, le cambió la vida. Nada menos que 18 millones de espectadores por capítulo.

-De Juncal recuerdo días muy felices trabajando con gente a la que admiraba mucho. Como Jaime de Armiñán , que era un director y escritor absolutamente consagrado. O Paco Rabal. Imagínese trabajar con Paco Rabal. Yo era jovencito. O con Lola Flores. Y Fernando Fernán Gómez y Emma Penella. Había un reparto que era un lujo.

-Usted no se ha rendido a la moda de las teleseries. ¿Porque no lo llaman o porque no quiere que lo llamen?

-Cuando empezaron las teleseries , estaba ya muy enfocado en el camino del teatro y trabajando en solitario. Eso exige una preparación constante. Es duro. Cuando te metes en esto, no estás para series de televisión, a no ser que fuera una serie tan importante y bien pagada que dijeras: «Bueno, voy a dejar todo lo mío durante seis meses». Pero no es el caso. Ni son tan buenas ni están tan bien pagadas como para que deje todo mi trabajo personal. La verdad es que ni me llaman ni necesito que me llamen.

-¿Lo de la repetición electoral qué es: tragedia o sainete?

-Lo veo más como un melodrama . Hay un momento de división y ofuscación del mundo. En Europa con el Brexit y en Italia fíjese cómo está la política. Es un desastre. Quizás estamos viviendo una guerra mundial atenuada. Una guerra como son las de ahora: informática, comercial, de noticias falsas.

-¿Le indigna, le entristece, le deprime?

-No me dejo. No veo mucho la televisión . Me entero de algo y ya paro. Hace poco murió la esquiadora Blanca Fernández Ochoa . Qué pena. Pero ponía la televisión y seguían hablando horas y horas de cómo había muerto. Eso es pesadísimo. Terrible. ¿Lo de la repetición electoral? Bueno, vale, hubiera sido mejor que no, pero apago la televisión y me pongo en otra cosa.

-Se va usted a los clásicos.

-Me voy a los clásicos . Sí.

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