El Norte del Sur

La visa

Por estos parientes tuyos y míos por la vía política es por donde el virus puede acabar colándose

Un cliente de un bar muestra en su móvil el certificado Covid EFE
Rafael Aguilar

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Abderramán III fue feliz catorce días. ¿Sólo catorce o dichosamente catorce? La pregunta se la hace Jacobo Bergareche en el encabezamiento de su novela ‘Los días perfectos’, que el pasado sábado recomendó el suplemento cultural de este periódico.

Dos semanas pueden ser un tormento o un sitio feliz en el que quedarse a vivir para siempre. La cuarentena dura ahora más o menos eso, día arriba o abajo. Nadie las tiene todas consigo. El velador, ese lugar apacible recuperado tras la pesadilla que parecía una cosa ya remontada y olvidada, vuelve a ser algo incierto, provisional, en peligro de extinción. En el de la plaza de Jerónimo Paéz había ayer un cartel que avisaba a los clientes de que los días centrales de la Navidad iba a estar abierto.

Pasaporte Covid mediante. Hoy entra en vigor esta visa sanitaria, esta restricción menor y de la boca chica, este se puede ir a los sitios pero un poquito nada más. A fe que en las sobremesas de mantecados y de mesa con brasero y en las mañanas de domingo de sol y de tostadas la comidilla es a ver cuál es la manera de hacerse lo más rápido posible con el certificado que te permita tomarte un café en el bar de la esquina.

«Córdoba fue muy importante en la época romana, casi más que con el Islam, lo que pasa es que los de aquí no lo saben, ni quieren saberlo», dice un hombre, el guía doméstico de un par de amigos con cara de no entenderlo del todo, en la puerta del Museo Arqueológico.

Es la hora del desayuno tardío, del ‘brunch’ con resaca que en Berlín despachan con un plato combinado de judías con carne al horno y aquí en Córdoba con media con aceite de Priego y jamón de Los Pedroches. Todavía no había hablado Pedro Sánchez, que viene otra vez al rescate, y la preocupación no eran las comidas de empresa, porque en los restaurantes sí que van a tener cuidado con la limpieza de sangre de los comensales, sino los cuñados, que no te tocan nada pero igual están infectados. Vete a saber. Ten cuidado.

Lo escribía ayer Antonio Burgos aquí: que por estos parientes tuyos y míos por la vía política es por donde el virus puede acabar colándose y haciéndote la vida imposible, ellos que ya tienen experiencia en amargarte el pavo con la PCR limpita de Covid . «Nos puede quedar un año de coronavirus y que tengamos que seguir vacunándonos», sostiene el epidemiólogo Antonio Varo. Ojú.

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