El Norte del Sur

Todas las vidas

El paliativista Antonio Llergo le agarra por el brazo a un enfermo que sabe de sobra que su destino se agota ya en la delicada ceremonia del adiós

El doctor Antonio Llergo, con un paciente VALERIO MERINO
Rafael Aguilar

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Leo y miro con fruición el reportaje de Luis y de Valerio de este domingo sobre la Unidad de Paliativos del Hospital Reina Sofía de Córdoba y me acuerdo del excelente documental que acaba de estrenar Filmin , esa maravilla, sobre el neurólogo británico Oliver Sacks , escritor entre otros muchos libros de « Despertares ». Un día, hace ya años, le pedí a la psiquiatra Eudoxia Gay , una de las discípulas de Carlos Castilla del Pino , que me recomendara un texto divulgativo sobre las desviaciones de la conducta humana y me puso en la pista de «Migraña» y, sobre todo, de «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero» , que son igual de apetecibles y nutritivos para el lector impaciente que las últimas letras que el médico afincado en Estados Unidos dio a la imprenta, ya cuando sabía que el cáncer lo había sentenciado a muerte en un plazo no superior a unos pocos meses. Me refiero a «En movimiento. Una vida» , las memorias del autor al que hizo famoso la película de Hollywood que protagonizaron Robert De Niro y Robin Willians en los años noventa del siglo pasado.

Los colegas de Sacks , que tardaron bastantes décadas en reconocerle sus méritos, coincidieron al final de su andadura profesional en que su mayor aportación a la neurociencia y a la medicina en general fue, además del talento para ponerlas al alcance del gran público con un lenguaje sencillo y claro, darse cuenta de que la mejor manera de curar, o de intentarlo, era tratar de empatizar con el paciente, indagar en todos los detalles de su historia personal y en hacerle sentir que quien lo asiste en el hospital es no solo un sanitario sino otro ser humano con capacidad para padecer con él. Dice Antonio Llergo en el artículo de ayer: «Al final de la existencia se recupera el sentido de la vida y del legado, la espiritualidad ». En una de las fotos de Valerio, el paliativista le agarra por el brazo a un enfermo que sabe de sobra que su destino se agota ya en los últimos detalles, en la delicada ceremonia del adiós. En la esperanza .

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