El Norte del Sur
La segunda oportunidad
Es una frivolidad irreverente ponerse a rezar en un Pleno, como si eso de veras ayudara a las mujeres —y a los hombres— que pasan por un trance tan duro
En puertas de la recuperación plena de la vida de antes los cines de Córdoba reciben a los espectadores con ofertas sustanciosas . El otro día, al comprar una entrada en los del Guadalquivir, me dieron un código para adquirir otra con casi un treinta por ciento de descuento, y en los de El Tablero y en los nuevos de Axion en El Arcángel puedes ir a una sesión por tres euros y medio. Es reconfortante constatar que todo sigue en su sitio : las taquillas, el puesto de palomitas, la penumbra de los momentos previos a que empiece la proyección, los anuncios de las películas que vienen de camino. «Todo el mundo se merece una segunda oportunidad. Hay que aprender a convivir entre diferentes», le dice la viuda de Juan María Jáuregui a otra víctima de ETA que no entiende cómo ella, Maixabel , ha aceptado sentarse cara a cara con uno de los asesinos de su marido. Quizás las principales lecciones que deja el trabajo de Icíar Bollaín son que el camino para superar el dolor no es el odio sino la piedad y que las posiciones dogmáticas e inamovibles no llevan a ningún sitio ante los problemas complejos, porque los conflictos los crean los hombres y las mujeres, que son muy a menudo seres contradictorios y que además pueden cambiar con el paso del tiempo, convertirse en otros de los que fueron. Pienso en ello también cuando leo sobre la polémica de la pasada semana en el Pleno municipal a cuenta del aborto y de los rezos en las puertas de las clínicas en las que se practica. Tengo una a cien metros de mi casa y no pocas veces he observado a las personas que entran y salen de ella cuando espero en el paso de peatones que está justo a su lado. Es muy fácil construirse una opinión cerrada sobre una tragedia que uno no ha vivido . Y una frivolidad irreverente ponerse a rezar en un Pleno , como si eso de veras ayudara a las mujeres —y a los hombres— que pasan por un trance tan duro o le dieran oxígeno y razón a quienes acuden a la entrada de las clínicas con un rosario. En los años que llevo pasando por delante de la que está casi en mi misma calle no he visto nunca salir a ninguna paciente alegre pero sí que abatida : la procesión que llevan por dentro tal vez se alivie con una oración que no las condene, sino que les permita creer en que la vida les va a dar más oportunidades.
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