El Norte del Sur
Ramos de sol
Dolió como las cosas que van a ser pero nunca llegan a serlo
DOLIÓ la mañana desde primera hora, de San Lorenzo a San Andrés, de San Francisco a Santiago, en el Alpargate y en el Campo de la Verdad. Como el domingo vino con sol desde el principio, como por el aire corrió el rastro de la flor , como el incienso anduvo libre de esquina en esquina, de Zarco a Moriscos, de La Magdalena a María Auxiliadora, de la calle de la Feria a la cuesta de Luján, de Colón a la Puerta del Rincón, de Alfaros a Capuchinos ; como ella se puso el vestido nuevo, el ligero, el del estampado discreto pero alegre, y como él se calzó los zapatos de estreno y el traje de domingo y se ajustó la corbata y se despejó el ojal para la rama del olivo .
Por eso dolió así de fuerte, porque sonó la marcha en la ventana del Realejo y en el balcón de Las Tendillas , porque el escaparate éste y aquél se engalanaron como para ir de fiesta, porque el niño con mascarilla y con pantalones cortos se paseó arriba y abajo por El Colodro con una bola de papel de plata que ningún penitente iba a llenar de azules, de blancos, de rojos ni de negros, porque el nazareno lloró solo en su cuarto, porque la mujer de mantilla no buscó la diadema de su madre en el aparador ni el costalero su faja en el altillo, porque la tarde se iba a echar enseguida con su silencio de cornetas, porque la noche llegaría para ser breve y porque la madrugada no existiría nunca.
Dolió como las cosas que van a ser pero nunca llegan a serlo, porque todo estuvo al alcance de la mano pero fue imposible tocar nada, porque a esa distancia todo es igual que la misma nada, porque la felicidad a un palmo no es felicidad sino amargura .
