El Norte del Sur
Lo que queda
Qué tiene que pasar en esta ciudad para que le preste atención al Guadalquivir
El Plan General de Ordenación Urbana de Córdoba (PGOU) cumple veinte años
Las asignaturas pendientes del documento urbanístico
La pregunta asalta a la salida de una cena en un local coqueto de la Ribera : qué tiene que pasar en esta ciudad para que le preste atención al Guadalquivir . En el periódico está fresca la detallada información que da cuenta de los veinte años de andadura del PGOU en vigor, y a la vista de todo el mundo cómo Córdoba se ha ensanchado en este tiempo. Las que mandan en la periferia son las grúas de las nuevas promociones de viviendas. Las fronteras urbanas revientan sus costuras en Levante , allí donde a las vías del tren les crecen bloques que lindan con Santa Rosa y con la Asomadilla —gran conquista del Plan General de Ordenación Urbana — y luego van a buscar la paralela de la antigua carretera de Madrid hacia el Campus de Rabanales , de luto reciente por el fallecimiento de su ideador Amador Jover , justo en el sitio en el que a Córdoba le ha florecido un pulmón verde más fruto de esta obsesión tan sana del alcalde de que haya sitios abiertos, de árboles y andaderos.
Y en Poniente los barrios del extrarradio se están quedando céntricos: los acercan las estructuras mecánicas de los pisos en esqueleto que se alzan a tantos centímetros a la hora en la orilla casi de los picaderos de la carretera de Trassierra y de los carriles por los que van y vienen ciclistas , senderistas , gente que siente que la ciudad se agranda y el campo se achica, que queda cada vez más lejos. Sucede lo mismo en el norte: el Parador de la Arruzafa está rodeado no de verde sino del gris del cemento, del marrón del ladrillo y de las hipotecas. Pero abajo, al sur, queda mucho por hacer. En el tiempo que el PGOU lleva aprobado ha habido que celebrar la puesta en servicio de tres puentes —el de Miraflores , el de Andalucía y el de Abbas Ibn Firnás —, mientras que otro —el Romano — ha pasado a ser de uso exclusivo de los peatones. Y el río sigue allí, preguntándose cuándo le va a tocar el turno porque nada de lo que se ha hecho lo ha puesto en su sitio. Lo citaba ayer Balta en su noticia: el Palacio del Sur es un descampado, el Plan del Arenal acabó en un bluf, el Cordel de Écija duerme el sueño de los mismos progres que lo diseñaron. Ni el Parque de Miraflores ni el Balcón del Guadalquivir han conseguido del todo sacarle punta al río, ni los restaurantes ni los comercios de la Ronda de Isasa logran que aquello deje de ser inhóspito en cuanto se va la luz. La Ribera también es Córdoba .
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