El Norte del Sur

La plaza grande

Vamos a las tiendas de los soportales y ves las navajas, los trompos, las botas de soldado que se bajan de Cerro Muriano

Veinte años de la reforma de la Corredera, la plaza grande de Córdoba

Un niño juega con su espada en la plaza de la Corredera de Córdoba Valerio Merino
Rafael Aguilar

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Me llevaba de la mano por la calle Nueva, como él siempre la llamaba, cuesta abajo, desde Las Tendillas cuando en Las Tendillas paraban autobuses y había guardias de tráfico, él andando muy rápido con su paso de jubilado que quiere convencerse de que tiene prisa y muchas cosas que hacer porque está en la flor de la vida, tiraba de mí casi arrastrándome con un principio de queja bronco si me paraba con mis pantalones cortos y de puro cansancio en la embocadura de Rodríguez Marín , «venga niño que mi amigo me espera desde esta mañana temprano, ¿es que no sabes ya que todos los sábados me vengo a verle, a echar el rato, a charlar de esto y de aquello?, hay que cuidar a la gente a la que uno le tiene aprecio, como te pongas así ya no te traigo más, te quedas en la casa y eso que gano yo, ir a mi aire, pero luego bien que insistes en venirte, recuerda lo que te dicho hace un rato, cuidado ahí abajo con las mujeres que fuman, con los hombres con pendientes y con coleta, tú a mi vera, y cuando me ponga a hablar con el pescadero tú a ver, oír y callar, así es como se hace uno un hombre, y luego si te portas bien y como te estoy diciendo que tienes que ser vamos a las tiendas de los soportales y ves las navajas, los trompos, las botas de soldado que se bajan de Cerro Muriano , yo creo que de contrabando, y te las pruebas, pero que yo no te las compro, una mili te daba yo a ti para que enreciaras, si quieres se lo dices a tu madre o a tu padre y que ellos vengan con los dineros, que a mí me ha quedado lo justito después de echar más horas que el reloj desde que era un mozo, pero bueno, aquí estamos, y si madrugaba tanto para ir primero a echarle de comer a las bestias en la huerta y luego para sentarme en la ventanilla de la gestoría en la que me coloqué de botones al principio y luego ya de chupatintas, pues digo que entonces también me pongo el despertador los sábados para disfrutar un poco, salir del piso y airearme, te digo yo que esto es la sal de la vida, esta gente que viene y que va, los puestos de comida ahí abajo y encima los tenderetes del mercadillo, tu madre aquí no viene, se va a Galerías como si allí regalaran las cosas y lo que no sabe es que aquí las encuentras por la mitad de precio y además le das de comer a la gente humilde como nosotros, aligera que estamos llegando, tú hazme caso y no te sueltes de mi mano».

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