Cultura
Rafael Aguilar: «Pensar que la clausura es retrógrada no tiene sentido»
El periodista presenta un libro de crónicas sobre los conventos inspirado en un reportaje que firmó en ABC Córdoba
El periodista Rafael Ángel Aguilar Sánchez (Córdoba, 1973) regresa a las librerías con el libro de crónicas «Clausura. Feminismo radical», del sello Freshbook . Se trata de un viaje por más de veinte conventos españoles, a los que acudió durante el pasado año para conocer de primera mano los testimonios de muchas mujeres que decidieron dedicar su vida al rezo y la contemplación.
-«Clausura» se adentra en un territorio del que se habla poco. ¿Cómo nace?
-Surgió por un encargo de ABC Córdoba, en febrero del año pasado. Coincidió que murieron tres monjas de clausura muy seguidas. Ne encargaron que hiciera un reportaje. Ya antes había hecho algo similar por Córdoba capital, pero este nuevo proyecto me permitió viajar durante una semana a Hornachuelos, Hinojosa o Aguilar y acompañado por fotógrafos como Valerio Merino o Álvaro Carmona. Fue un regalo. Este reportaje lo colgué en las redes y pasados unos días me escribieron de la editorial para decirme que les interesaba un libro sobre este mismo tema, aunque ahora de mayor alcance. Desde entonces hasta el verano estuve viajando en mis días libres. He recorrido veinte conventos de Andalucía, La Mancha, Cataluña, Madrid o Castilla y León.
-Supongo que no es fácil que una persona que vive una vida de retiro acceda a contar sus historia. ¿Cómo se logra?
-Juan Manuel de Prada, en su novela «El castillo del diamante», recrea la vida de Santa Teresa de Jesús y allí explica que en esa época había muchos galanes de locutorio, en referencia a los hombres del siglo XVI que iban a los conventos a seducir a las monjas. Mi trabajo periodístico ha tenido, salvando las distancias, algo de eso. He percibido que las monjas son muy detallistas y se fijan mucho en cómo vas vestido, en tu expresión o en los modales. Al final es como cualquier otra relación humana. Se trata de ir poco a poco ganándote la confianza. Muchas veces me invitaban a acudir a misa con ellas y luego continuábamos charlando en el locutorio. Son personas muy receptivas a las inquietudes y acostumbradas a escuchar. Muestran mucha ternura.
-Supongo que de tantos viajes saldrían muchas historias singulares.
-Siempre me ha interesado un periodismo de historias humanas, personales, y me gusta fijarme en lo que hay detrás de estas personas y de sus decisiones. Yo les preguntaba mucho sobre su decisión de estar allí y el libro está lleno de testimonios de mujeres de diferentes edades que en un momento de su vida percibieron que Dios las llamaba para encerrarse a rezar de por vida. Es el caso de una monja centroamericana que se viene desde allí hasta La Mancha cuando descubre por internet que hay una comunidad de clausura en Daimiel que le llama la atención. Coge un avión, deja sus estudios de Informática con veintipocos años y ahí lleva dos décadas. Cuando esas historias te las cuenta una monja mayor quizá impresiona menos, pero cuando es alguna persona de tu edad, muy despierta e interesante, pues te da por preguntar si no han pensado en hacer otra cosa en la vida. Y lo que te encuentras es que están contentas con lo que hacen.
-El libro, por su tono y por su formato, parece reclamar una visión moderna a un asunto que a menudo se mira como si la clausura fuese del pasado.
-Al final se trata de personas. Y las personas no somos ni antiguas ni modernas, somos personas. Al tiempo que yo hacía estos viajes llevaba conmigo las obras completas de Santa Teresa de Jesús y las mismas inquietudes que ella, con mucha socarronería, profundidad y habilidad literaria, expresaba en sus obras eran las que luego me iba encontrando en las monjas que iba entrevistando.
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