El Norte del Sur
Octubre
Quien haya paseado por Córdoba este fin de semana se habrá emocionado: las cosas pueden ser como solían
Lo que son las cosas: parecía que estaba todo perdido y resulta que el cataclismo es capaz de arrancar una sonrisa de satisfacción y hasta de esperanza. El otro día, dando una vuelta por Santa Marina , la dueña del patio de la calle Tafures —cuánta belleza en tan poco espacio— me dijo llena de alegría que por fin los patios eran lo que tenían que ser, que le daba gusto recibir en su casa a los visitantes con toda la tranquilidad del mundo y sin aglomeraciones, que ella creía que ya nunca más iba a tener tiempo durante el certamen de darle las gracias a la vecina de la calle Zarco que le trae flores o de charlar sin prisa con la de la calle Aceituno que viene a curiosear entre los tiestos o simplemente a pasar el rato. Cualquiera que haya paseado este fin de semana por Córdoba con los ojos bien abiertos habrá estado tentado de emocionarse, si es que no lo ha hecho, al comprobar que las cosas pueden volver a su cauce. A ser como eran. Como solían.
El sábado, por ejemplo, conmovía ver que la Cruz Roja hubiese apostado una ambulancia y montado un puesto de primeros auxilios en la plaza del Conde de Priego , como cuando en los meses de mayo de estos años de atrás no había quien andase por Marroquíes, por Aceituno o por Reja de Don Gome y las colas de turistas les crecían a la calle Parras y a la de Ocaña como una multitud invasiva en el mundo de sutilezas de los patios. Un dron controla que la distancia social se mantenga en los empedrados, en los zaguanes, en el límite de los pozos con brocal y en las macetas azul añil; el Ayuntamiento ha colocado en la puerta de cada casa que participa en el festival a un operario que toma la temperatura de quien entra y le pide que se lave las manos con gel hidroalcohólico ; un ingeniero técnico industrial ha hecho un estudio que ha servido para establecer el aforo exacto de cada patio, y el punto de partida del informe es que cada unidad o grupo de confianza (sic) de cuatro personas como máximo necesita exactamente cuatro metros cuadrados. No hay bullas, apenas hay colas en este octubre al que mayo reivindica como se reivindican las cosas queridas y perdidas, pero allí estaba la ambulancia de la Cruz Roja con sus sanitarios y su personal voluntario, esperando a la marabunta al pie de la estatua de Manolete .
Y esta tarde, a las cinco y media, sonarán con fuerza los clarines en Ciudad Jardín y olerá a albero húmedo, a aroma de puro, parecerá que este otoño generoso es en verdad una primavera de temperaturas moderadas. Morante y Ortega harán el paseíllo con la plaza en pie y el público se tendrá que tentar la ropa, habrá de pellizcarse para terminar de convencerse de que en medio del páramo de la desolación y del ruido ensordecedor de las trincheras a veces hay sitio para que regresen esas pequeñas o grandes cosas que a uno le hacen creer que todo puede volver a su cauce.