El Norte del Sur

No hace nada

Hoy los cementerios de Córdoba volverán a ser lo que solían por Todos los Santos:

Dos mujeres en el cementerio en Córdoba VALERIO MERINO
Rafael Aguilar

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NO hace nada y parece que fue hace un siglo: la gente se moría y no podía haber nadie que la acompañara a pie de cama ni que la velara en el tanatorio . Más de una historia hemos escrito aquí unos meses atrás y con un nudo en la garganta sobre la soledad hiriente por partida doble de una viuda que no volvió a ver su marido desde que se lo llevaron en una ambulancia al hospital y que tardó semanas en poder ir al cementerio a colocarle un ramito de rosas encima de la lápida. El otro día, el jueves o así, pasé por el lateral del de San Rafael y me sorprendió, por la falta de costumbre, el nutrido puesto de flores de uno de los laterales del camposanto, que estaba tan lleno de clientes como la floristería que hace esquina entre las avenidas de Barcelona y de Libia .

Es la misma extrañeza de ahora en los cines reabiertos , cuando contemplas en la pantalla a dos personas que se encuentran por la calle y que se dan dos besos o un abrazo efusivamente, sin ninguna precaución, como si aquí no hubiera pasado, ni pasase, nada: este viernes, en las salas de proyección Axión del centro comercial de El Arcángel los protagonistas de una película basada en una novela de Javier Cercas bebían, robaban a manos llenas y se amaban con frenesí a cara descubierta mientras los espectadores tenían que mantener distancias de seguridad entre grupos no familiares o de amigos y era obligatorio el uso de la mascarilla. Hoy los cementerios de Córdoba volverán a ser lo que solían por Todos los Santos : la patria del duelo menor en la mayor parte de los casos, y cuando ya han quedado lejos los momentos tétricos en los que algún tanatorio de la ciudad asumió cremaciones de fallecidos en Madrid porque allí no daban abasto con las víctimas mortales del coronavirus .

El Ayuntamiento usará esta mañana drones para evitar las aglomeraciones —afortunada la gloria de quien logre causar un atasco de gente querida en el lugar exacto de su descanso eterno—, tomará la temperatura de los visitantes que así lo entiendan conveniente en la entrada de cada recinto funerario y obligará a que cada cual lleve la boca y la nariz cubiertas. Pero nada más: se trata, solamente, de los restos de la pesadilla que parece que queda atrás definitivamente.

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