El norte del sur
Ellos
Hay una generación desvalida que afronta la pesadilla con la entereza que da el tiempo vivido
Si algo nos enseña lo que estamos padeciendo es que existe toda una generación desvalida que asiste a esta pesadilla con una resignación y una entereza que solo pueden dar la vejez, el mucho tiempo vivido. Ellos, a sus setenta u ochenta años, en sus salas de estar, las tardes eternas al abrigo de la mesa camilla, con suerte acompañados aún por el marido o por la mujer, siguiendo la misa en la tele, recibiendo las llamadas de los amigos con los que no se cruzan desde hace ya un año, insatisfechos sin decirlo por las visitas fugaces de sus nietos que ni siquiera entran en la casa, tirándoles besos desde el rellano del ascensor.
Ellos, y ellas claro, asustados, refugiados en sus rutinas y en el círculo vicioso de sus recuerdos, de las cosas que hicieron y de las que nunca se atrevieron, aprendiendo a conectarse a videoconferencias, de la cama al sillón y del sillón a la cama, buscando cada mañana el rayo de sol que entra por la ventana del patio de luz. Ahí, los dos solos, y eso con suerte, aterrados con las noticias que les llegan del compañero de trabajo de toda la vida que también está ya jubilado y al que han ingresado de urgencia, esta tarde el rosario lo ofrezco por él, niña, no te preocupes que seguro que no es nada, no te alarmes antes de tiempo que así no adelantas nada, tú ya sabes que aquí estamos para lo que necesitéis aunque no nos podamos ver, vaya desgracia.
Ellos, ella y él, a estas alturas, cómplices en la construcción del manual de supervivencia que arman en tantas horas vacías de silencio y de ausencias. Los retratos del hijo y de la hija en la cómoda, las del día de sus bodas, las fotos de los nietos al lado, lo que han crecido en este año en el que apenas hemos podido abrazarlos, que el mayor le saca la cabeza ya a su padre, ¿no te acuerdas, niño, de que el otro día cuando vino y se quedó en la entrada se dio con el marco de la puerta? Ahí, donde residen la paciencia y la certeza de que las cosas son como son, la vida hay que tomarla como viene, no te lamentes más, no llores otra vez, no te preocupes que esto va a pasar. Solos, ella y él, de vuelta de la vida, agradecidos por la llamada breve, por la visita mínima, por el abrazo que les quieres dar y no puedes.
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