El Norte del Sur
Centauros del asfalto
Íbamos a salir mejores, decían mientras cientos de personas recorren la ciudad por unos euros
Mientras esta gente se pelea y no tiene otra ocupación más provechosa que jugar al Stratego en una mesa soportada con el esfuerzo, entre otros, de profesionales de la sanidad como ese admirable médico de la UCI del Reina Sofía que se llama Rafa León (estupenda la viñeta de Puebla del pasado sábado), hay un padre de familia que recorre la avenida de Las Ollerías en una bicicleta del Decathlon para llevarle una pizza a los cuatro quesos a un adolescente aburrido que no quiere interrumpir su partida en la Play para meter una precocinada en el horno.
Voy camino de casa a la hora en la que ya casi nadie está autorizado para estar en la calle y el hombre casi me arrolla en el carril bici , despistado como ando escuchando a tres sabios del pensamiento urgente diseccionar en la radio quién es tránsfuga y quién no. «Vaya con más cuidado. Y déjeme pasar rápido, que esto se enfría, y como el cliente se enfade no cobro», me riñe, educado pero molesto.
Me quedo mirándolo cuando se aleja en dirección a la avenida de la Agrupación Córdoba: el ‘rider’ talludito, que me da la impresión de tener al menos un pie en los cincuenta años, lleva una equipación Kalenji comprada, tal vez, antes de que empezara todo esto, para ir a los peroles de Los Villares o para hacer unos kilómetros al trote cochinero a la salida del trabajo, cuando todavía tenía un trabajo decente.
Recuerdo entonces la foto de un joven repartidor de Málaga en la que el chico está estudiando con unos apuntes a la espera de que en el restaurante le den el pedido, y la conversación entre dos de sus compañeros de Córdoba en la puerta de una pizzería de San Andrés que escuché de casualidad el otro día: «¿Tú cuánto sacas por viaje? Yo de tres euros con cuarenta no paso, macho».
Íbamos a salir mejores, era eso lo que decían hace un año, ¿no? «Veo un futuro muy complicado a corto plazo», lo negaba ayer Eduardo Moyano en una entrevista en este periódico. Ahí están, para confirmarlo, esos cuatrocientos centauros recorriendo el asfalto de Córdoba cuando ya rige el toque de queda y en la ciudad fantasma solo brillan, tristes y solitarias, las luces en las ventanas de los televisores de los salones de estar. Dentro hay gente que no entiende nada de lo que está pasando.
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