El Norte del Sur
Aves de paso
Al ejército de la hostelería le dan a diestra y siniestra y allí siguen con su sonrisa, aunque sea forzada
Córdoba estalla para vengarse del Covid en su Mayo
ME dieron ganas de pagarle al camarero el doble de lo que me pidió ayer por la mañana por una media con aceite y jamón y un café en La Trinidad , y además de darle de propina un abrazo. Empecé a buscar un bar para desayunar a las diez de la mañana en San Andrés y hasta las once no encontré una barra en disposición de que me atendieran sin que se me agotara la paciencia de tanta espera. Me acordé de la película que estrenó Filmin , ‘ Hierve ’ lleva por título, hace dos o tres meses ambientada en un restaurante muy ‘cool’ de Londres y en el que el encargado de cocina, con las penas de su cruz y de su vida a cuestas, se las tiene que ver con las tonterías impresentables de una clientela bastante pija con el punto de la carne y con la temperatura del vino de Borgoña .
«La media de pan de lino era con paté, lo que llevaba mantequilla era el mollete », le recriminaban ayer al empleado con ojeras hasta el suelo y que sin embargo sacaba fuerzas para contestarle a la chica exigentona: «Lo que usted diga: ahora mismito se lo cambio. Disculpas». Lo que me cobraron lo pagué sin rechistar y sin pedirle el cambio al hombre. «Ánimo, que ya queda menos», me despedí. «Lo que nadie sabe es que con la Cruz de ahí nos dieron anoche las tantas. Lo que he dormido esta noche no es ni una siesta», me respondió.
Este ejército de la hostelería sabe del género humano más que Cervantes . Tienen el cielo ganado. Les dan a diestra y siniestra y allí siguen con su sonrisa, aunque sea forzada. Este viernes por la noche le cayó lo más grande a un cofrade talludito de la Esperanza en el cine de verano Olimpia , donde la hermandad tiene su carpa de Mayo . «Oiga: esto es un robo. Seis euros por un cubata , y además caliente y en vaso de plástico es un timo. Quiero hablar con su jefe», le recriminó una pareja, no sin cierta razón por el precio de la consumición.
«Es que no está. Además, yo soy voluntario, vengo a echar una mano a los hermanos», se excusó el barman ocasional. En una taberna de Santa Marina que ha puesto una barra de metal en su puerta vi antier que la caña, según decía el cartel, está a dos euros. Y los menús para grupos en la Feria no salen ya por menos de treinta y cinco euros por cabeza, y eso quien tenga suerte de encontrar una reserva. Y luego toda la culpa es del currito que te pregunta: «Qué es lo que va a ser».
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