El Norte del Sur

El ahogadero

Lo de menos era que el Centro Internacional del Caballo comenzara a tener la traza de una cosa real

Un jinete sobre un caballo en Caballerizas Reales en Córdoba Valerio Merino
Rafael Aguilar

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A veces no hay más remedio que llegar a la triste conclusión de que no tenemos arreglo. Nosotros. Los cordobeses . Hasta cuando parece que las cosas empiezan a allanarse nos empeñamos no en felicitarnos de que por fin hay una solución sino en buscarle defectos a la enmienda . Ahí están la costumbre del fracaso, el hábito del inmovilismo, la sospecha de que algo turbio se esconde en la posibilidad del éxito. El caso de Caballerizas Reales es de libro.

Había que frotarse los ojos para leer sin sonrojarse el manifiesto de un grupo de ganaderos , empresarios y profesores de Córdoba que alertaban la pasada semana de que el proyecto del Ayuntamiento de dedicar una sala del recinto monumental al arte contemporáneo suponía una amenaza para los intereses del sector. Lo de menos era que el Centro Internacional del Caballo , esa entelequia durante más de dos décadas, comenzara a tener la traza de una cosa real, que la ciudad estuviera muy cerca de hacerse con la titularidad del complejo en el que Felipe II quiso poner en molde del Pura Sangre Español.

Lo de menos también era que justo el día anterior a que el aguerrido lobby equino, o una parte de él, se pusiera de acuerdo en a quién tenía que oponerse, no vayamos a ser constructivos, una publicación dominical de las más leídas en España sacara en portada un reportaje sobre el origen del Pura Sangre y que apenas citara a Córdoba : salían Jerez, mucho Jerez en este párrafo y en el siguiente, Ávila, Sevilla, Ayamonte y hasta Costa Rica, y había solo una línea sobre nuestras Caballerizas.

Si Córdoba no existía en ese artículo -y esto no es ni mucho menos una crítica a sus autores- es sobre todo responsabilidad de quienes quizás deberían caer en la cuenta de que sumarían más si en vez de firmar manifiestos contra las soluciones aportaran alguna y se empeñaran en que si a un periodista le encargan un trabajo sobre el caballo español anote la palabra Córdoba entre sus tareas inmediatas. El alcalde , hombre templado y con cabeza, ha estado acertado en el manejo de la situación. Como un jinete diestro y cabal ha reunido, y lo escribo en el sentido ecuestre del término, la sensatez y la mesura. Tomarse en serio la queja por escrito habría sido darle al ahogadero, la correa ceñida al pescuezo de la cabalgadura, el gobierno de la situación. Y eso no.

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