El Norte del Sur

Adviento

En esta celebración de la víspera no tienen cabida nada más que los impacientes

Ciudadanos de paseo por el Centro de Córdoba, este puente festivo RAFAEL CARMONA
Rafael Aguilar

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HA llegado. Esta aquí. La bulla, la Navidad , la calle. Todo de una vez. La gente sale de casa con unas ganas y una furia que parece que tenía guardadas en el cajón de la mesilla de noche desde que empezó esto que nos ha atormentado en los últimos meses y que parecía que estaba acabando. Ayer por la tarde, en el corto trecho que va de la esquina de Ronda de los Tejares con Cruz Conde al cruce de ésta con Manuel de Sandoval tuve que pedirle a cuatro personas que me dejaran espacio para caminar, y eso que la música no estaba tronando y que no era el momento propicio para que se produjeran más aglomeraciones. Pero las había: parecía que el Rey Baltasar estaba a punto de llegar, que venía ya por El Corte Inglés y que había que coger sitio para poner el paraguas boca abajo y llenarlo de caramelos.

Da miedo pensar en qué va a pasar aquí la noche de la Cabalgata o en la fiesta de Fin de Año de Las Tendillas . Tomarse un café y una tostada a media mañana de este domingo era la tarea de un héroe de la templanza. Resulta que a los bares hay que ir ahora desayunado. O por lo menos sin demasiada hambre. Como si regalaran los churros estaba Marta sobre las once y media. En Don Pepe, aquí abajo de la calle San Álvaro , vi varias veces desde la ventana de la redacción que los papás de puente feliz y con los niños vestidos de fiesta cogían cariacotencidos la vez a la intemperie, los adultos resignados, los menores de bufandas y tirabuzones capeando el frío y el aburrimiento como podían.

Necesité un taxi y la operadora tardó más de lo que suele -que es poco, que nadie se enfade- en atender la llamada: claro, toda esta gente que está, o que estaba, en la calle tendrá que volver alguna vez a su casa, y algunas quedan lejos del Centro , con lo que no es cuestión de ir a pie. Hasta en la puerta de las iglesias hay más vida: en la del Colodro , cuando cerca estaba de dar las once el reloj de la parroquia de Santa Marina y sonaban las campanas anunciado que el momento de entrar había llegado, vi a una feligresa contrariada reñirle de buen tono a cuatro o cinco hombres que echaban el rato en la acera mínima, no sabe uno si decidiéndose, porque le cerraban el paso sin darse cuenta. El adviento , ya lo conocíamos, es el inicio de un renacimiento. Mas en esta celebración de la víspera no tienen cabida nada más que los impacientes.

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