Aristóteles Moreno - PERDONEN LAS MOLESTIAS
¿Quién paga aquí?
¿Es posible tener la concesión de cuatro quioscos municipales y no pagar el canon en 10 años? La respuesta es sí
Cada mañana, el señor del quiosco del Vial saca sus sillas de plástico rojo y las coloca ordenadamente sobre la alfombra de césped artificial. El perímetro de su territorio se encuentra perfectamente delimitado por una hilera de maceteros rectangulares, de los que emergen algunas plantas inclasificables. Vaya usted a saber. Palmitos, yuccas, helechos.
El quiosco es una estructura sencilla de chapa con forma de caja de zapatos. Las paredes son abatibles hacia arriba de tal forma que la abertura se convierte en un mostrador corrido para servir refrescos de cola y otras consumiciones por el estilo.
El Vial está jalonado por cuatro quioscos de similar factura con sus correspondientes terrazas para el personal. Los cuatro están levantados sobre suelo municipal y fueron cedidos en régimen de concesión administrativa a un único adjudicatario a partir de un expediente incoado en 2006. Todo indica que se trata de negocios rentables. Ni mucho ni poco ni todo lo contrario. Se encuentran en un área central de la Córdoba que nació tras el feliz soterramiento de la vía férrea y el tránsito de peatones es incesante.
El señor que se adjudicó la concesión administrativa de los cuatro quioscos no ha pagado ni un euro al Ayuntamiento de Córdoba del canon estipulado. Ni uno. Han pasado ya diez años, uno detrás de otro, y no se ha tomado la molestia de pasar por ventanilla. Por cada quiosco, según las condiciones establecidas, debía hacer frente al abono de 21.000 euros por año. En total, 840.000 euros más los intereses de demora. O sea, 980.000 euros.
La vida está plagada de profesionales del tocomocho. Individuos con estudios superiores en el escaqueo y tiro por que me toca. Por ahí, nada nuevo. No hay nada más que abrir un periódico por cualquiera de sus páginas para darse de bruces con decenas de este tipo de sujetos.
Más difícil de codificar es la indolencia del Ayuntamiento para defender el erario público. Nos acabamos de enterar de que el señor de los quioscos no había abonado ni un euro en diez años porque el 30 de marzo tocaba renovar la concesión administrativa. De lo contrario, es muy posible que el afortunado estuviera aún tomando un vermú con soda en cualquier terracita de primavera.
La pregunta se formula por sí sola. ¿Cómo se ha tirado este buen hombre regentando estos negocios en suelo municipal durante diez años, con sus días y sus noches, sin que el Ayuntamiento haya movido un solo papel para ingresar el dinero correspondiente? Lo único que sabemos ahora es que el Gobierno local va a poner en marcha un expediente de resolución de contrato.
Lo cual, dado el tiempo transcurrido, no sabemos si nos tranquiliza o, por el contrario, acrecienta nuestra desconfianza en la administración pública. Sobre todo, si tenemos en cuenta que el expediente ya fue abierto en abril de 2015 y caducó meses después.
Podríamos llegar a la conclusión de que las instituciones públicas son maquinarias burocráticas provistas de correas y válvulas que se atascan con frecuencia. Vale. De acuerdo. Pero esto que tenemos delante de nuestras narices es otra cosa.
¿Qué tipo de cosa? No sabríamos decirlo a ciencia cierta pero el diccionario de la Real Academia contiene decenas de vocablos que encajarían como un guante en esta tomadura de pelo con reincidencia y alevosía.
Según parece ( y es lo peor), descuidos burocráticos de esta naturaleza son el pan nuestro de cada día en la administración competente. Y qué quieren que les diga.