DESAPARECIDOS

«Se fue con lo puesto. Sus cosas siguen en el cajón»

En la provincia continúan abiertos tres casos de desapariciones a los que se suma la de Muaht y Habida

Concentración en el aniversario de la desaparición de Francisco Molina RAFAEL CARMONA

IRENE CONTRERAS

Isidro Molina y su familia repasan sin descanso cada uno de los detalles que recuerdan del 2 de julio de 2015. Las conversaciones más banales, un gesto que pudo pasar desapercibido, alguna actitud que llamara la atención. Ése fue el último día que vieron a su hijo Francisco Molina -Paco, para sus amigos- antes de que desapareciera, supuestamente en un autobús rumbo a Madrid , según la versión de un chófer de la estación de Córdoba. «Se fue con lo puesto», cuenta su padre, que insiste en que en su habitación no falta nada, ni siquiera sus ahorros, «que siguen en el cajón».

Lo mismo cuentan que ha pasado con Habida y Muaht, madre e hijo keniatas que desaparecieron hace más de una semana en Córdoba, donde se encontraban acogidos tras realizarle al pequeño de cuatro años una intervención quirúrgica . De momento no hay pruebas concluyentes: si bien en principio se barajó el móvil de una huida voluntaria, su entorno de acogida insiste en que han desaparecido forzados o engañados . También dejaron en casa todos sus objetos.

La investigación sobre el paradero de Molina tampoco ha dado frutos por el momento y la sensación, cuenta su padre, es de « impotencia total ». A veces piensa que sólo está viviendo un mal sueño. Desearía poder salir él mismo a buscarle, pero sabe que tiene que confiar en la Policía . El caso lo llevan en Madrid, donde ubican al joven -que tiene ahora 17 años- después de que le vieran subir, hace un año y dos meses, a un autobús con ese destino.

Ni sus padres, ni su hermano ni sus amigos han tenido noticias de Paco desde que se marchó, y no se explican el por qué. « La tierra no se traga a nadie », dice el progenitor del menor, que cumplirá 18 años el 24 de octubre. Paco tiene un hermano pequeño, al que, como a sus padres, le ha cambiado la vida. Pero Isidro tiene claro que debe reponerse del suceso y normalizar su vida. «Le animamos a que salga», cuenta, a pesar de que ahora le resulta más difícil que antes no obsesionarse con el reloj cuando su hijo pequeño se retrasa por la noche.

Hasta que se conoció el caso de Habida y Muaht, el de Francisco Molina era el más reciente y el único que tenía por protagonista a un menor. La desesperación e impotencia de la que hablan sus padres la sufren también los familiares de las otras dos personas que siguen en paradero desconocido en Córdoba, Ángeles Zurera y Fuensanta Roldán . La primera, una mujer de 42 años, desapareció el 2 de marzo de 2008 en Aguilar de la Fronter a. La segunda, una anciana de 73 años, lo hizo en enero de 2014. Se la vio por última vez en la calle San Fernando de la capital, vestida con una bata, en dirección al río.

El duelo que no termina

Los rastreos y excavaciones que se han realizado a lo largo y ancho de Aguilar no han arrojado pistas sobre el paradero de Ángeles Zurera y su familia vive en un duelo continuo . El principal sospechoso de su desaparición es el hombre que había sido su pareja, propietario de una empresa de excavaciones. Su hermano Antonio da por hecho el trágico final de Ángeles y, sin embargo, aún espera que suene el teléfono para recibir una buena noticia . «Es difícil de explicar», admite, «tu vida se detiene y nunca llegas a desconectar, no dejas de hacerte preguntas».

Recientemente, la investigación se retomó por un nuevo indicio pero avanza muy lentamente. Aunque agradece el trato recibido por los agentes, que han llegado a implicarse personalmente en el caso, denuncia que no existen medios suficientes para hacer frente a una investigación de estas características. «Cuando desapareció, pensaba que era cuestión de horas que la Guardia Civil la encontrara», recuerda. Han pasado ocho años.

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