VERSO SUELTO
Pues que dimita
Emilio Aumente se ha ido por pensar que los bomberos llevan razón y por no querer taparse detrás de un argumentario
EL mejor síntoma de la degeneración y mediocridad de la política de hoy es que ha dimitido Emilio Aumente y a los suyos, los socialistas, les ha faltado ponerle una alfombra de la Real Fábrica de Tapices . O un puente de plata, como si fuera un enemigo que huye, aunque más que huir vuelva a su puesto de trabajo como no pueden hacer muchos de los que se sientan en el salón de plenos. A la alcaldesa de Córdoba se la ha ido el concejal más capaz de su equipo, y de varios equipos anteriores, y en vez de entrar en pánico, respirar dentro de una bolsa y parar la Feria si fuese necesario para recuperarlo se ha quedado callada, como si hubiera caído una bomba en Kabul o hubiera salido un caso de corrupción en Alemania. A estas horas buscará a una criatura de probeta con capacidad para explicar delante de unos micrófonos el trabajo que hicieron unos técnicos. Que busque bien: aunque parezca una tarea fácil en ella fracasaron unos cuantos y unas cuantas con tratamiento de ilustrísima.
En un equipo de gobierno como el que Córdoba tiene desde hace tres años, para destacar y ganarse el respeto de los que miran con un poco de criterio no falta más que conocimiento de lo que se tiene entre manos y capacidad para esforzarse por hacer bien el trabajo, pero Emilio Aumente puso un poco más. Sin que nadie lo esperara, ayer dimitió por no tener estómago para esconderse detrás de un argumentario. Los bomberos protestaban por los problemas de personal y pensó que tenían razón , que era necesario convocar más plazas para un servicio esencial y que él tenía que hacer lo que le decían los sindicatos, que era dimitir.
Lo que en España no hacen más que algunos políticos corruptos y sólo cuando están arrinconados, lo hizo uno que es honrado y capaz. Con lo fácil que hubiera sido pedir en el grupo un razonamiento que soltar delante de las grabadoras, una frase que decir a la prensa; con lo sencillo que es esconderse detrás de un silogismo incomprensible o prometer lo que no se puede cumplir, Emilio Aumente dijo que se iba a su casa, y de paso daba la razón a los bomberos y se la quitaba a sus compañeros de Gobierno empeñados en dar largas al Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento. ¿Diría la alcaldesa que esto no es algo que los ciudadanos habían perdido que se gestionase desde lo público, como el tanatorio municipal? Será que no vio cómo el otro día Irene Montero decía que no había dicho lo que había dicho cinco segundos antes, mientras los periodistas tecleaban sin parar y se la dejaban viva. O quizá sí lo vio.
La suya ha sido una salida coherente con un trabajo en el que siempre pensó antes en los ciudadanos que en ningún prejuicio ideológico, si es que lo tuvo. Sabía que su sitio no estaba en la presidencia de ninguna procesión con una vara, pero este político con apellido que suena a los medallones de plata del paso del Señor de la Caridad llevó a la realidad con solvencia, con los mejores estándares de seguridad y sin el menor problema una carrera oficial totalmente nueva en la Mezquita-Catedral y sus alrededores, allí donde más dolía a aquellos compañeros de cogobierno que cuando gritaban que podía haber una desgracia no se sabe si la temían o la esperaban. Ahora Emilio Aumente, que de esas puñaladas se defendía diciendo que estaba trabajando, vuelve a su puesto y la alcaldesa dirá «pues que dimita» y sonreirá confiada en que al menos le queda Pedro García .