Rafael Ángel Aguilar - EL NORTE DEL SUR

Puertapoética

El ripio contra la apertura de un segundo acceso en la antigua mezquita choca de bruces con el nuevo informe de Icomos

El papel lo aguantará todo, al menos en la marcha tensa de la palabra apresurada, pero desde luego que la hemeroteca no. Los periódicos apilados en las estanterías o almacenados en la panza de los ordenadores acaban por poner las cosas en su sitio, en ser un espejo implacable que devuelve las frases dichas y los hechos tal y como son. En febrero de este año -hace nada más que ocho meses, por dejar clara la contradicción- la presidenta en España del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), Begoña Bernal , tuvo la deferencia de bajar a Córdoba para participar en un congreso internacional sobre el yacimiento arqueológico de Medina Azahara y, de paso, arrearle fuerte al turismo de masas, al que consideró uno de los grandes males de nuestro tiempo. Llegó con un gesto displicente y hasta ofensivo, altivo. «La Iglesia no tiene ni idea», despachó con un puntito de desdén a los periodistas que le preguntaron no por el enclave omeya de las afueras de la ciudad sino por la polémica, ya entonces más que viva, acerca de la apertura de una segunda puerta en la antigua mezquita para que, entre otras cosas, las cofradías pudieran completar la carrera oficial en el templo diocesano. «O la segunda puerta o el título de la Unesco», añadió para rematar con otro entrecomillado sensato y fruto de la mesura: «Me parece que el Cabildo no tiene ni idea. Ellos no saben nada». Ellos son «los curas», tal y como se apresuró a apostillar en cuanto vio que las grabadoras de los reporteros habían dejado de estar en posición de firmes.

La doctrina Bernal, de acuerdo a su razonamiento, se resumía en que si la institución eclesiástica se empeñaba en modificar la celosía de 1974 para habilitar un nuevo acceso al monumento había que irse despidiendo del manto protector del organismo asociado a Naciones Unidas. Y mira por dónde que ha sido ahora el propio Icomos el que, en un documento avanzado por este periódico esta semana, dice todo lo contrario que lo que en su día defendió su presidenta en España.

Además de que despeja en gran medida el camino de las hermandades hacia la Catedral, uno de los puntos más interesantes del informe del organismo de custodia patrimonial es el que se refiere al papel que las corporaciones de Semana Santa han jugado a lo largo de los siglos para que el templo llegue a nuestros días tal y como, por fortuna, lo conocemos. Icomos lo dice, o lo escribe, más claro que el agua: «Las procesiones pueden ser beneficiosas para la Mezquita». La afirmación hace piña con los postulados que ha esgrimido la Iglesia como titular del edificio para negarse en rotundo, por ejemplo, a las peticiones recurrentes sobre el rezo compartido y, sobre todo, en relación a demanda machacona del ala más dura de la izquierda de la ciudad de que el monumento pase a ser propiedad pública. La postura opuesta se ha demostrado un ripio facilón. Imperdonable licencia en las semanas en las que Córdoba está llena de poesía.

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