Toros

Puerta grande para los hijos del Cordobés en Antequera

Manuel Díaz y Julio Benítez salen a hombros tras cortar dos orejas cada uno

Manuel Díaz y Julio Benítez, a hombros EFE

EFE

Los dos hijos de Manuel Benítez, Manuel Díaz y Julio Benítez , salieron a hombros del cartel que compartieron en la malagueña plaza de Antequera. Díaz agradó desde la salida de «Cancionero», primero de su lote, con los lances a la verónicas del recibo, que despertaron los primeros olés de los tendidos. Muleta en mano, instrumentó buenas tandas de derechazos alternando con naturales, muy aplaudidas por el público, que estuvo entregado con el torero toda la tarde. Buena estocada y una oreja para él.

En su segundo volvió a mostrar muchas ganas, iniciando su quehacer con otras buenas verónicas rematadas con media, para luego, en la muleta, ir también a por todas en busca de un nuevo trofeo que le abriera la Puerta Grande. Toreó al toro a su antojo, con derechazos, naturales y molinetes , a los que aliñó con su particular y consabido «salto de la rana» y desplantes, logrando así los aplausos. Tras media estocada logró la oreja que le faltaba para el triunfo.

Julio Benítez, que volvía a Antequera diez años después, anduvo muy voluntarioso desde el principio en cada uno de sus toros, recibiendo al primero de rodillas con una larga cambiada. Pero este astado, muy soso, se fue parando poco a poco , impidiéndole ligar los muletazos, siendo lo mejor de esta labor los rodillazos y las giraldillas que enlazó antes de entrar a matar.

Para abrir la Puerta Grande Benítez tuvo que entregarse al máximo para conseguir las dos orejas del sexto, a la postre, el mejor toro del envío de Las Monjas, al que recibió con enjundiosas verónicas en el recibo. Comenzó de nuevo la faena de muleta de rodillas y pegado a las tablas, alternando, a continuación, derechazos y naturales, eso sí, sin acabar de ligar ninguna serie. Tuvo que jugársela nuevamente de hinojos en el fin de obra, y fue cuando el toro le echó mano, volteándole hasta en dos ocasiones, rajándole la taleguilla, aunque, por fortuna, sin cornada a la vista.

Al final pudo matar al toro, algo aturdido , de un pinchado y una buena estocada, lo que animó al público a pedirle insistentemente las dos orejas para acompañar a su hermano en vuelta al ruedo y en la salida a hombros por la puerta grande.

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