Jesús Cabrera - EL MOLINO DE LOS CIEGOS
Prueba superada
Tras una Semana Santa clave queda mucho por hacer para trasladar la carrera oficial
AHORA que la Resurrección ha dejado los mejores aromas en Santa Marina podemos mirar atrás con tranquilidad y decir con satisfacción que es posible trasladar la carrera oficial de la Semana Santa al entorno de la Mezquita-Catedral. El resultado de la Semana Santa de este año, pese a la que meteorología hizo de las suyas en los primeros días, ha arrojado el resultado previsto, en el que todos —cofrades, Cabildo Catedral e instituciones implicadas— confiaban desde un principio, porque el trabajo se ha hecho bien y porque, además, tenía toda la lógica.
No ha sido ahora, sino que fue en 2008 cuando se comprobó que era posible trasladar la totalidad de las estaciones de penitencia al interior del primer templo de la Diócesis. La decisión de la Hermandad de los Dolores de alterar su recorrido, con un número considerable de nazarenos y buscar encaje en los horarios de la jornada fue un hito que hizo historia y que demostró que pocas cosas hay imposibles en este mundo cuando se tienen claras las ideas y hay voluntad de materializarlas. No fue aquél un camino de rosas, más bien al contrario. Hoy, al cabo de los años, que no son tantos, el Viernes Santo es una jornada consolidada y de las que menos quebraderos de cabeza dan a la Agrupación de Cofradías.
Un proceso muy parecido, aunque con magnitudes diferentes, ha sido el seguido este año. Las hermandades deciden hacer estación de penitencia en la Catedral y a partir de ahí se genera un proceso de negociaciones densas para encajar mil matices necesarios en los que cada uno ha dado buena muestra de su generosidad. La receptividad del Ayuntamiento y de los cuerpos y fuerzas de seguridad cerró un acuerdo posible en el que los más escépticos seguían poniendo sus dudas; algo, por otra parte, muy típico de Córdoba.
En realidad, la experiencia sólo se ha podido comprobar de Miércoles Santo a Viernes Santo por culpa de esas nubes que aparecen cuando los nazarenos se dirigen a los templos cubiertos, en silencio y por el camino más corto. Pero no importa, porque esos tres días tienen la suficiente entidad para llegar a unas conclusiones que se pueden hacer extensibles al resto de la semana y cuyo resultado no es otro que el de que es posible el traslado de la carrera oficial. ¿Que ha habido problemas este año? Claro, como casi siempre, pero ninguno de ellos es como para dar por fracasado el experimento.
¿Qué queda por hacer? Pues mucho aún. Por una parte, hay que aplaudir la grandeza y altura de miras de las hermandades que han decidido cambiar las dimensiones de sus pasos para que puedan acceder al interior del templo por el Arco de las Bendiciones. Este grado de compromiso dice mucho de la madurez de sus dirigentes, que comprenden perfectamente el profundo sentido que tiene este cambio que va más allá de unas meras pretensiones estéticas o turísticas. Por otro lado, queda resolver lo de la segunda puerta. En la Delegación de Cultura están convencidos de que la Unesco no va a hacer ni puñetero caso al escrito de la ínclita Begoña Bernal porque, dicen, es más contundente el informe de sus técnicos y el proyecto de los arquitectos conservadores del monumento. A todo esto, se podrían adjuntar las decenas de horas de grabación de lo que han hecho las hermandades en el interior de la Mezquita-Catedral durante sus estaciones de penitencia. Las carcajadas de la Unesco se escucharían hasta en las antípodas y los folios del Icomos serían con toda rapidez conveniente archivados como una muestra palpable de que no se puede perder el tiempo ni jugar con algo tan serio como es un monumento que es Bien de Valor Universal Excepcional.