Covid Córdoba
La «prudencia» impera el primer día del fin de las mascarillas en Córdoba
La mayoría de los establecimientos mantienen para sus trabajadores la 'recomendación' de continuar con los cubrerrostros, mientras que los clientes también se muestran reticentes a enseñar la cara
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Córdoba sigue con el rostro tapado hasta los ojos. La entrada en vigor del real decreto que suprime la obligatoriedad de llevar mascarillas en interiores no ha sido recibida en la capital con el anhelo esperado. Después de más de 700 días con los cubrebocas puestos, ahora cuesta quitárselos. La «prudencia» impera y se impone, de momento, a la liberación de las caras cuando se cruza un umbral.
«Había ganas, pero ahora que ha llegado el día, parece que sigue habiendo miedo , y es normal, pero en algún momento tendremos que dejar atrás esta pandemia», apunta Manuel Román, que, con su mascarilla en la barbilla reconoce que «la voy a seguir llevando por ahora, al menos, cuando entre en sitios con mucha gente ».
Con las mismas reservas se pronuncia Loli, que empuja la silla de ruedas de su madre, Dolores, de 82 años. «Como comprenderá, no me la voy a quitar, ni siquiera por la calle . Tengo a mi madre con la salud muy delicada y nos hemos librado de pillar el 'bicho', así que vamos a seguir igual», apunta.
Otros, como Jorge, un joven que espera la hora de entrar a clase con algunos compañeros en la plaza de Las Tendillas, reconoce que está contento de poder guardar en un cajón la mascarilla . «Yo no me la pienso poner, ya no es obligatoria, ¿no?, solo en hospitales y en el autobús, según tengo entendido. Aunque, de momento, tenemos que seguir llevándola en clase».
Así es, al menos, en el centro en el que estudia, el IES Luis de Góngora, desde donde informan que «por el momento, recomendamos tanto al personal docente como al alumnado que siga tapándose la boca en las aulas y en el resto de espacios del centro. El virus sigue ahí y no hay que bajar la guardia».
Tanto es así que en la última semana se han contabilizado 996 casos nuevos , si bien hay que tener en cuenta que ya solo se realizan test a personas con factores de vulnerabilidad (mayores de 60 años, inmunodeprimidos y embarazadas), a quienes se muevan en ámbitos vulnerables (las personas que residen, acuden, están ingresadas o trabajan en entornos vulnerables, como centros sanitarios y sociosanitarios) y a los casos graves (personas con un cuadro de infección respiratoria aguda de vías bajas que requiera hospitalización).
El número de pacientes hospitalizados con Covid-19 ha experimentado una gran subida en estos días, al pasar de 47 enfermos en los centros sanitarios cordobeses el Martes Santo a los 74 declarados este martes 19 de abril.
En este sentido, la mayoría de los centros educativos han enviado una nota a los padres de que están a la espera de saber cuál es la nueva normativa y que mientras no llegue será como hasta ahora, obligatorio .
Una estampa que apenas cambia
En la inmensa mayoría de los comercios (salvo contadas excepciones), este miércoles «no ha cambiado nada», señala Rafael Osuna, de la Librería Luque . A la entrada del establecimiento sigue habiendo un cartel que indica la obligatoriedad de llevar mascarilla y un bote de gel hidroalcohólico. «Por precaución, para mí y para los clientes, voy a seguir llevándola. Estoy de acuerdo con la medida; después de dos años ya era hora, pero todavía hay recelo», algo que se ve en los clientes que entran, uno tras otro, con sus FFP2 o quirúrgicas bien colocadas.
Lo mismo sucede en Ale-Hop , 'la tienda de la vaca' que comercializa artículos de regalo, donde sus dependientas hablan detrás de sus cubrerrostros. «Desde la dirección de la empresa nos han invitado a seguir igual. Continuaremos usándola unas semanas y luego ya se verá, pero, por ahora, no nos las vamos a quitar».
Ante las puertas de Cerrajería Hermanos Puntas , Antonio Arenas espera su turno; en el interior, cuantro clientes aguardan con narices y bocas cubiertas. «Prefiero esperar en la calle sin la mascarilla; me da mucho reparo aún estar al lado de alguien, en un sitio cerrado, sin ella. Ya pasé el Covid y no quiero ponerme otra vez malo», indica.
Tampoco en la tienda de ropa de Bimba y Lola han sentido el alivio de respirar libremente. De hecho, continúan con la mampara en el mostrador. «Pensábamos que la clientela iba a entrar ya sin mascarilla, pero nada de eso: nadie, ni una sola persona ha cruzado la puerta sin ella puesta. Y nosotras vamos a seguir llevándola. Igual cuando apriete más el calor y pasen unos días, empecemos a vernos las caras de nuevo», indican.
Hay algunos, como Miguel, de Faustino Prieto, Jamones y Embutidos , que muestra su enorme sonrisa sin ocultarla. «Ya tenía ganas de guardar la mascarilla en el bolsillo, que es donde la voy a llevar por si algún cliente se siente incómodo y me pide que me la ponga. Pero voy a volver a la 'normalidad', a atender sin la cara tapada», afirma.
En el restaurante Tendillas 5 todos sus empleados, salvo uno, han decidido, tras el visto bueno de sus jefes, 'liberarse'. Lolo, uno de ellos, asegura, risueño, que «desde que se eliminó la obligación de llevar las mascarillas en la calle son muchos clientes los que no se la ponen al entrar en el local. Yo ya estaba deseando quitármela porque ha sido muy agobiante, sobre todo, en los meses de verano, trabajar con el rostro tapado».
Todo lo contrario que en Churros Don Pepe , donde sus camareras siguen sirviendo jeringos con las mascarillas: «Es difícil aguantar tantas horas así, pero las indicaciones son que tenemos que seguir con las mascarillas», resaltan, sin dejar de servir cafés.
Vergüenza a enseñar el rostro
Para algunos negocios, como los gimnasios, la eliminación de las mascarillas sí que va a suponer un gran alivio . Así lo apunta Eva, desde Top Health en San Miguel . «En las clases de alta intensidad, sobre todo, ha sido complicado para los técnicos. Estábamos deseando que llegara este día. Y es curioso, porque desde este mismo martes, han aumentado la inscripciones y lo primero que preguntan es si es cierto que ya no se tiene que usar mascarilla».
«Hay de todo, gente que se la quiere quitar y otros que no lo ven como una opción ahora mismo», reflexiona Carmen, a las puertas del gimnasio. «Además del miedo, que muchos tienen todavía, también es verdad que hay gente que siente vergüenza de enseñar el rostro . Le pasa, sobre todo, a la gente joven. Un sobrino mío, que está en plena pubertad, dice que no se la va a quitar».
Es lo que los psicólogos han bautizado como el síndrome de la 'cara vacía' , la inquietud de algunos adolescentes al tener que descubrir su cara en público, por sentirse expuestos ante los demás. También hay muchos menores que sienten temor a dejar atrás el cubrerrostros porque se sienten desprotegidos. Una de las causas de esta fobia puede encontrarse en el hecho de haberse contagiado previamente o haber perdido a un familiar cercano debido al coronavirus. Ante ello, la Asociación Española de Pediatría incluye entre sus recomendaciones una retirada progresiva de la mascarilla en las aulas. Esta desescalada se igualaría a la de otros países europeos.
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