Adicciones

Proyecto Hombre en Córdoba | La cura del miedo a que te vuelvan a hacer daño

Con más de 25 años de trabajo en la provincia, suma ya 37 beneficiarios en su comunidad terapéutica

Varias personas en el balcón principal de la comunidad terapeútica de Proyecto Hombre en Los Morales Valerio Merino

Rafael A. Aguilar

No sabía cortarse las uñas ni atarse solo los zapatos . A sus treinta y tantos años . Su madre lo había tratado desde siempre con tanta sobreprotección que también se ocupaba, siendo el niño ya adulto, de esas cosas menores. « Aprendió aquí , nosotros le enseñamos en los meses que estuvo en la comunidad terapéutica para poder volver al mundo sin la droga », explica Jesús Tamayo, el presidente-director de la Fundación Proyecto Hombre , que tiene una de sus sedes en un antiguo convento rehabilitado y ampliado muy cerca del hospital de Los Morales y de la Casa de Espiritualidad San Antonio.

«Que nadie se equivoque : las personas que necesitan nuestra ayuda son de todos los niveles sociales , incluso de los más altos . Esto le puede pasar a cualquiera», añade. ¿Y qué es «esto»? Pues que tu vida llegue a un punto muerto de tanto acercarte al precipicio. La tentación del borde del barranco es bien conocida: alcohol , pastillas a granel , cocaína , juegos y apuestas sin medida y sin control, sexo compulsivo . «Las treinta y siete personas que viven en estos momentos con nosotros han tenido problemas serios de adicciones. Nuestra misión aquí es explorar , con ellos, el origen de los problemas y de las decisiones », comenta Tamayo a media mañana en una pausa de la conversación con un grupo de beneficiarios de la entidad que en esos momentos inician la preparación de la comida del día. «Ellos se encargan de esa tarea, así como del mantenimiento de las instalaciones que no implique riesgos», completa.

Trabajo en la cocina de la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre en Córdoba V. Merino

Fernando lleva desde junio en la casa de Proyecto Hombre . Tenía una vida normal. Aparentemente . Pero bajo la fachada se escondía una dependencia aguda de la cocaína . «He consumido en los últimos treinta años , y mi mujer también», dice. El hombre, de 55 años, era guardia civil en Cádiz capital y vivía en Chiclana. «Tengo dos hijos, el mayor en prisión por delitos de maltrato, y el chico fue el que me aconsejó que me tratase: un día, yendo con él en el coche, me pararon en un control de tráfico y me hicieron la prueba de sustancias, y salió la cocaína . De ahí pasé a un programa de rehabilitación de la Junta y desde hace unos meses estoy aquí , muy contento . Ya no consumo», comenta Fernando. Él está encantado en Córdoba. Aquí tiene a una hermana, con la que vive los fines de semana que puede pernoctar fuera de la comunidad. Ella ejerce de su cuidadora y tutela el comportamiento de su familiar. «No podemos tener dinero, ni las llaves», indica el hombre a modo de ejemplo.

Una vida difícil

Cinta , de 28 años , se acuerda de su hijo de diez años , al que tuvo cuando estrenó su mayoría de edad. Su vida ha sido difícil, muy difícil . Sus padres, drogadictos ambos, la dejaron en un contenedor de basura cuando era una chiquilla. «Ese sentimiento de abandono me ha acompañado siempre , me marcó. Tuve después unos padres adoptivos. No tardé en tener parejas, que me maltrataban , una vez estuve a punto de morirme por eso. Uno de ellos me obligaba a ejercer la prostitución. Después, cuando lo dejé con él, empecé a prostituirme por mi cuenta. Y cada vez necesitaba más sustancias para que mi mente no estallara », relata la chica en el balcón del edificio de la fundación.

La comunidad terapéutica , como el resto de los recursos con los que cuenta Proyecto Hombre, se adapta progresivamente a la normalidad tras los peores tiempos del coronavirus . «Durante la pandemia hemos estado desbordados», informa Rafael Romero, que dirige en las faldas de la sierra a un equipo de once terapeutas y a un retén de empleados de mantenimiento. « Lo más gratificante es que ves llegar a personas con muy poca ilusión por la vida y en muchos casos la recuperan de una manera rápida », suscribe. Cristina Molina es una de las empleadas que está bajo la responsabilidad de Romero: «Llevo aquí poco tiempo, soy la documentalista. Venía de un puesto de administrativa en una inmobiliaria y esto es otro mundo. El componente humano es lo mejor», asegura al reflexionar sobre su labor.

Es justo la apelación delicada a la grandeza que cada cual tiene dentro de sí por muy mal que se pongan las cosas lo que caracteriza a Proyecto Hombre. « Trabajamos a través de la autoayuda , por grupos en los que el cuestionamiento entre iguales es continuo, y en el proceso interviene el terapeuta cuando lo ve necesario», concluye Jesús Tamayo, que ha escuchado mil veces lo que le dicen los beneficiarios de la organización cuando salen tras su cura: «Lo que te confiesan al despedirse es que tienen miedo . Miedo a que les vuelvan a hacer daño ».

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