CRÓNICAS DE PEGOLAND

Cui prodest

La señora Muñoz tiene una salida lógica: explicarse. La confesión tiene efecto munífico

Ángeles Muñoz, en el centro, durante una declaración por las presuntas mordidas de la Fundación Guadalquivir Futuro VALERIO MERINO
Rafael Ruiz

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Las gónadas no suelen salir en los titulares. Por eso, una palabra como «cojones» parece desterrada del normal desarrollo de los ciclos de noticias. Salvo extracción quirúrgica, todos tenemos órganos sexuales motivo por el cual no debería resultar fuera de lugar su mención constante. El problema radica, supongo, en la posición de los órganos mismos. Su habitual ubicación es de sobra conocida. Cierto que si son accesibles al tacto la cuestión gana en interés para una o varias de las partes en conflicto que no han de ser necesariamente dos. Pasar a tenerlos agarrados forma parte de una variante que, como todo en la vida, ha de tener una consideración poliédrica. Salvo en la memoria histórica, donde vale halagar a Stalin de vacaciones y repartir justos cargos de genocida en horario laboral. Qué suerte tiene quien puede percibir la vida en nítidos blancos y negros.

Agarrados, vale, pero por qué. La sobrina de la señora Ángeles Muñoz , presidenta de la cosa del Guadalquivir , ha dicho que su tía se mostraba ufana de jugar con dos de las autoridades principales al chiste del dentista. No vamos a hacernos daño, doctor. Claro que en el caso del odontólogo tenemos la constancia cierta de que el asunto es la muela, el dolor requerido para su retirada, y el intercambio preventivo, la aplicación de presión sobre las partes blandas del sanitario. Sucede que, como quiera que el diablo nos lleva siempre por el camino de los detalles, en este caso hay que pensar siempre en que lo importante son las motivaciones y lo accesorio, las pelotas mismas. Cuestión que nos llevaría a aventurar, con permiso de Aristóteles Moreno, que es el rey del plural mayestático, que esto va de favores mutuos. «Do ut des». Dar y recibir, con permiso de los menores presentes en la sala.

La señora Muñoz, que en este caso parece ser la que agarra, tiene una salida lógica ante la cuestión suscitada. Explicarse. Como sabe todo buen cristiano, la confesión tiene un efecto munífico. Las almas soliviantadas han acudido desde antiguo a la expiación del pecado bajo la técnica de su expresión pública. Las reglas antiguas de toda narrativa ordenada. Quién hizo qué. Cuándo. Dónde. Con qué motivo.

« Cui prodest », escribió el paisano Séneca . ¿Quién se beneficia? Pregunta radicalmente necesaria en toda indagación de un asunto que versa, como se ha explicado en numerosas ocasiones, de dinero público y poder chiringuitero. Hasta en el PSOE, que acaban de llevar a la Fiscalía a un antiguo alcalde de IU por quedarse una tablet, entenderán que lo lógico es conocer a fondo qué pasó con un presupuesto tal que da para comprarse la tienda de informática entera, muchas acciones de la compañía telefónica, todos los móviles de última generación disponibles en el mercado. Bien por su denuncia contra el que alargó la permanencia de los móviles. Táctica, supongo, que consiste en agarrar algo, lo que sea que esté a mano, recordando que ojos que no ven, bolas que no sufren.

Cui prodest

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