Rafael Ruiz - Crónicas de Pegoland
Las preguntas
La alcaldesa quiere elegir el tema de conversación. Malas noticias: ni puede, ni debe
LA alcaldesa de Córdoba, o más concretamente su equipo de comunicación, lleva regular que se le pregunte por las cosas que no están en el orden del día de los actos que convoca. Para que ustedes lo entiendan, si la regidora llama a los medios para hablar del proceso de emasculación de la chinchilla de los Andes, pues hay que ceñirse al procedimiento para dejar a tan bonito roedor histricomorfo sin sus partes blandas. Usted dirá que a quién le interesan los testículos de una rata asquerosa pudiendo hablar, por ejemplo, de calles sucias, edificios en mal estado o eso del paro, que es lo que se supone que arregla un alcalde. Pues no. Los que cuidan de la imagen de la regidora — quién lo diría, oiga — han advertido a los jornaleros de la información que no puede ser eso de que se convoque un acto sobre el Holocausto y se acabe hablando de la Escuela de Hostelería. Señora, a ver si se va a creer usted que tiene derecho a un criterio propio y a preguntar lo que le salga de las meninges. Aquí hemos venido a hablar del Holocausto como Umbral vino a lo de su libro al programa de la Milá.
La alcaldesa fue ayer al Canal Sur —porque a ellos sí les da entrevista, cachis— y le preguntaron por Trump . Y la mujer dio su opinión con donaire, soltura y don de gentes. Dicen las fuentes bien informadas que el Departamento de Estado pidió un análisis urgente de sus palabras y la CIA puso a trabajar a sus mejores agentes en un plan de contingencia de daños. Igual no ha tenido un rato para el ABC en lo que lleva de mandato, que va para dos años, porque sospecha que Donald nos la sopla y somos más de Melania . Quiere esto decir que, puestos a preguntar, pues que lo lógico es trazar círculos concéntricos para que un político local responda primero de los asuntos que atañen a la comunidad que le paga el salario.
Tener que responder es, qué duda cabe, una pesadez. Sobre todo, cuando las preguntas no son las esperadas, cuando no gustan los temas o cuando, como decía Pujol, no toca. Los cargos públicos nunca han de elegir el tema de conversación en solitario. Ni con periódicos de papel ni con las cosas modernas de las redes sociales. Han de tener cara de susto hasta el último día, contestar aunque no les dé la gana. Que haya alguien siempre que les fastidie el desayuno. El principio fundamental de toda esta historia es que quien es elegido por el pueblo tiene que sentir el aliento de alguien en la nuca. La presión de que se le vigila, de que no se le van a reír las gracias.
Ambrosio quiere gente que diga amén . En eso, no es distinta al resto desde el inicio de los tiempos. A la gente que dice que no, pues no los invitan a las fiestas, ni les celebran los chistes, ni los acomodan en primera clase. A esos no los incluyen en lo de la pasta, ni les hacen la vida fácil. Porque así es la vida. Es un trabajo que, como dice el gran Baltasar López, nos aleja cada día un poco más del premio Ciudad de Córdoba de Periodismo . Pero, joder, alguien tiene que hacerlo.