Rafael Ruiz - CRÓNICAS DE PEGOLAND

A precio de saldo

Rosa la ha metido hasta el fondo pero a su manera, con desparpajo. Que no se diga

Esta es mi Rosa, qué carajo. Si hay que decirlo, se dice. Y si es cierto y verdad, pues lo es. Haber elegido susto que lo fácil es decir siempre muerte. Izquierda Unida se ha entregado a no se sabe muy bien qué a precio de saldo, por cuatro perras gordas. Y aquel proyecto ilusionante y transgresor «de un hombre/una mujer, un voto» ha acabado en un sitio donde uno con coleta va de ordeno y mando. Porque l o que es esencial y fundamental , hay que decirlo y de algo hay que rajar con posterioridad en en el Twitter.

A Rosa, en resumen, le ha sentado fatal que los de IU acaben en Podemos a cambio «de sillones». Y alguna gente, mala sin duda, le ha recordado a Rosa que ella no se fue a un Gobierno socialista a cambio de amor fraterno o de una suscripción de por vida al «Telva». Que Aguilar cimentó su propia carrera en el tráfico de posaderas , capaz como fue de gobernar más de una década ganando unas elecciones. Incluso le ha recordado que incluso su jefa actual es de ordeno y mando tanto como Iglesias, que se imagina uno a Susana Díaz echando pestes por la boca y da mucha penita el apelado.

De hecho, ese lugar donde han llevado a Izquierda Unida, ese «no se sabe muy bien qué», son en realidad algunos de los hijos putativos de Rosa y su generación. Juan Carlos Monedero , que era el mayor de todos estos muchachos, era asesor de Gaspar Llamazares , que tuvo como principal puntal -cuando las cosas iban a muy mal- a Rosa Aguilar . Los de IU de Córdoba recordarán (los que tienen algo de memoria porque de otros no hacemos carrera) a qué venía Monedero en aquellos años, ay, cuando todos éramos más jóvenes y veíamos menos la tele. Hasta los más furiosos líderes de lo antisistema negociaban con aquellos desteñidos.

Rosa ha hecho un rosismo en estado puro . Es decir, echarle rostro al rostro, acero al hormigón que es lo que lo convierte en armado. Con esa capacidad suya de hilvanar una perorata como si acabara de salir de la ducha. Y como si cualquier con dos dedos de frente no le fuese a recordar que ella hizo lo que hizo.

Con todo, lo que verdaderamente maravilloso del discurso de Rosa -en Canal Sur lo tienen colgado, búsquenlo- es que después de una perorata, sin duda ensayada, nadie la interpeló. Nadie le dijo «oiga usted», ni le sacaron los colores o le repreguntaron como mi amigo Baltasar López hubiese hecho. Alguien dijo «vamos a otra cosa» y le sacaron que la Consejería de Cultura está contentísima porque a Sevilla le corresponde organizar el premio Forqué, que debe ser la caña de España. Y allí salió Ella, en mayúsculas (como escribía Fernando del Valle). Con el traje inmaculado, sin una arruga en la chaqueta, con la sonrisa puesta, recién pintada.

P. S.: A Pablo Cruz, a Juan Pablo. A su risa. A las cosas buenas. Al aire fresco que entra por las ventanas. Al nuevo día.

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