Opinión

Porco governo

El activismo progubernamental empieza a estar de capa caída. Hay cosas que hasta el mayor fan sabe que no se explican

Un parque infantil, en Poniente, a la espera de la salida de los niños, que todavía no podrán usarlos Valerio Merino
Rafael Ruiz

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Tengo a algunos amigos leales, de esos por los que se rompe la botella contra la barra del bar, que siguen defendiendo al Gobierno cada vez que pueden por esto de la gestión de la crisis chunguísima, de los 20.000 muertos que tienen a media asta el estado de ánimo del país por una epidemia calamitosa que amenaza con llevarse también por delante, otra vez, las vidas y haciendas de los que aún quedamos asintomáticos. Recelan estas buenas personas que aún confían en la Moncloa —es un dato estadístico que la caída de la imagen del presidente del Gobierno es notoria— de las actitudes de los críticos que en estos momentos se cuentan por millones. La frase de «no estáis contentos con nada» se ha convertido en la última ratio de la defensa gubernamental, la piedra de toque del que piensa en su fuero interno, cuando nadie lo ve, que hay cosas que no tienen defensa posible.

Supongo que tras tantos días de confinamiento ha salido ya la auténtica naturaleza de las cosas: o sea, la mala baba. De los frases bienintencionadas, los himnos de buen rollo y los aplausos en los balcones, se está pasando a lo que toda crisis que se precie genera. La aversión incondicional al que gobierna como responsable de los males que nos asuelan, que son muchos y profundos. Ya sean culpa suya, cosa que pasa muy frecuentemente; ya sean impoderables fruto de una crisis pavorososa en la que lo fácil, siempre, es cagarla de forma inmisericorde. La aspiración del gobernante a que se le reconozca el esfuerzo es, en estas tierras, esfuerzo baldío.

En contra de lo suele ocurrir en la vida, que atendemos siempre a los elementos nucleares de la existencia, la erosión del gobernante se produce en estos casos en los detalles que es donde el diablo siembra las trampas. La circular de la Guardia Civil sobre los bulos escondía desde el minuto uno ese tufillo de protección del Gobierno a la persecución de cierto tipo de mentiras y no a todas, por muy loables que fueran sus principios inspiradores. La saga fuga de las salidas infantiles a los supermercados ha derivado en una rectificación , otra más, tras la hábil maniobra de Unidas Podemos de ser Gobierno algunas veces y desmarcarse de la línea única de acción en otras.

Esas buenas gentes que aún hacen activismo proPedro deberían tener en cuenta las enseñanzas del pasado, del reciente y del remoto. Rajoy sorteó un rescate que parecía inevitable con su aplicación selectiva a las entidades financieras y nunca será recordado por tal cosa. Suárez fue desalojado de mala manera por los propios pese a haber afrontado algunas de las decisiones políticas que han cincelado la España posterior. En estas circunstancias, como buenos mediterráneos que somos, vemos que llueve y llamamos puerco al Gobierno. No imaginarían esos buenos ciudadanos que, al fin y al cabo, nos comportaríamos como alemanes.

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