EL DEDO EN EL OJO

Policía feminista del pensamiento

Cuidado con lo que usted cante, baile, diga, haga o piense

Sede del Instituto Andaluz de la Mujer JUAN FLORES
Mario Flores

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Yo, que soy muy obediente, he hecho lo que me ha mandado la Plataforma Andaluza de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres (en el nombre llevan la penitencia) y he pinchado en el enlace que me indicaban para bajarme la guía. No podrán decirme que soy un macho heteropatriarcal porque, como verán, he obedecido su mandato matriarcal, feminista radical de género, paritario, rebelde, combativo y transversal. ¡Y sostenible, se me olvidaba! Sus deseos son órdenes para este varón sumiso -por la cuenta que me trae-.

A lo que iba: que obedientemente me he bajado la guía didáctica «El machismo que no te pega», que ha editado dicha plataforma con una subvención (¡cómo no!) del Instituto Andaluz de la Mujer. Esta guía, que pretende meterse hasta la cocina donde se guisan las conciencias individuales de cada uno (no emplearé el «desdoblamiento de género» porque no me da la gana patear las reglas gramaticales), persigue enseñar a los alumnos de los institutos de secundaria cordobeses cómo detectar lo que estas feministas radicales de género denominan «micromachismos».

Se une este desaguisado febril y delirante a las campañas del tipo «No seas animal» que hace poco perpetraron el Instituto Andaluz de la Mujer y el de Juventud, ya saben, aquella en la que a todos los varones se nos tildaba de cerdos, pavos, buitres y otros especímenes porque, según su particular opinión, todos acosábamos a las mujeres en la calle como si fuéramos esos animalitos.

La susodicha guía, a la que he tenido acceso lector (¡qué me gusta el lenguaje progre!), viene a advertir de multitud de comportamientos cotidianos en los que se detectan actitudes machistas que pasan desapercibidas para cualquiera; para cualquiera excepto para quien tiene la sensibilidad a flor de piel fruto de su alteración delirante de la realidad. Y ellas, las chicas del Lobby pretenden redimirnos del Satán machista invitándonos a adoptar toda una colección de conductas liberadoras recién horneadas en su laboratorio feminista: evitar cantar ciertas letras y canciones, huir del masculino genérico y emplear expresiones del tipo «las y los usuarios» (soslayando el principio natural de economía cognitiva y enredando hasta el hastío), elegir el juguete adecuado, vestir a los niños de princesa y a las niñas de superheroínas,...

Cuidado con lo que usted cante, baile, diga, haga o piense. Mucha prudencia a la hora de pronunciar opiniones, emitir juicios, defender ideas, educar a sus hijos libremente, elegir qué disco escucha o vestir a sus retoños. La policía del pensamiento (feminista) nos tiene vigilados. Ojo con ser políticamente incorrecto. Usted y yo matamos (si es usted varón), dulce o salvajamente, con la mirada, con el solo pensamiento, con su forma de ser, de relacionarse, de estar, de mesarse la barba, de ceder el paso a una chica,...

Este feminismo desatado, amparado por las instituciones y aplaudido por todos (y digo por todos), está jugando demagógicamente con las emociones y los sentimientos de los ciudadanos que, ingenuamente, escuchan sus patrañas. Pero, sobre todo, está invadiendo impunemente el terreno sagrado de la individualidad, de la libertad de expresión y de conciencia cada uno. Si por ellas fuera -tal y como ocurrió en la Alemania nazi cuando en 1935 se promulgaron las Leyes de Núremberg que expulsaba a los judíos de la vida pública- una gran mayoría de nosotros seríamos expatriados de la sociedad y luciríamos una brazalete en el brazo con la letra H de hombre.

Lo peor de este feminismo rancio y radical no es que no cambien nunca de opinión, es que no cambian nunca de tema.

Y ahora, táchenme por favor de machista. Será para mí todo un honor.

Policía feminista del pensamiento

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