José Javier Amoros - Pasar el rato

Del poder

Los agradadores, esa especie de corto recorrido

Los hombres dominados por la pasión de mandar son seres moralmente subalternos. Porque el poder es una forma superior de dependencia , y para alcanzarlo hace falta una disposición interior favorable a mendigar, a humillarse, a hacer el ridículo por su causa. El ansia de poder es una gripe de la inteligencia y menoscaba la lucidez de quienes la sufren. Visto desde una óptica sanitaria, el poder no se ejerce, como no se ejercen la dispepsia o la bronquitis. El poder se padece. Y con raras excepciones, hace más evidentes los defectos que las cualidades. Tiene uno escrito —escribir es repetirse— que todo poder es demasiado poder. Lo mismo el del magistrado que el del funcionario de ventanilla o el portero de discoteca. Sobre todo, el del magistrado . El poder lleva en su naturaleza la tendencia a perjudicar. Por eso, el sabio se mantiene apartado del poder, que distrae de lo fundamental. El poder político, que es el poder por antonomasia, depende más del azar que del mérito. Una vez alcanzado, el poder reviste de mérito el azar, para que el pueblo no tenga la sensación de estar haciendo el ridículo.

El poder, que no conoce el pudor, conduce a sus adictos a hacer y decir cosas que avergonzarían durante toda la vida a los hombres corrientes. El pasado día 13, en un encuentro de Susana Díaz con militantes del Partido Socialista en un hotel de Córdoba, Juan Pablo Durán, presidente del Parlamento andaluz, dijo a su presidenta: «Eres lo mejor que tenemos en Andalucía y lo mejor que tiene el PSOE. Es lo que necesita» . Esta corriente de pensamiento la inició en Madrid, unos días antes, el alcalde de Vigo y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias: «Eres lo mejor que hay en este partido», obsequió a la ilustre dama. Y se contuvo para no completar la idea añadiendo: «Eres lo mejor que tenemos en Galicia». Que podría ser cierto, si utilizamos como punto de comparación a Abel Caballero . Omitimos los elogios de la alcaldesa de Córdoba a la superiora, porque no añaden nada nuevo a los excesos de sus compañeros. Es conocido que rechazó asistir a una reunión de alcaldes de Ciudades Patrimonio de la Humanidad con Felipe VI, para acudir solícita a un encuentro con la presidenta de la Junta. Somos lo que pensamos, y por eso suele decirse que no somos nada. Cómo tiene que estar el PSOE si lo mejor de él es Susana Díaz. Que no carece de valía, claro, pero no porque sea la mejor, sino porque es distinta. Distinta de los dos ocupantes del carruaje vacío, que son los señores López y Sánchez. Sólo por eso merece que le deseemos éxito, si decide presentarse a liderar el partido.

Con los agradadores sucede como con los luchadores antifranquistas. Pasan los años, la gente va olvidando las hazañas de sus héroes. Y cualquier tarde, el agradador se crece y comenta con voz firme en la tertulia: «Pues yo, toda mi vida he dicho lo que pensaba, y le he cantado las verdades al lucero del alba, aunque me costara disgustos». Y uno de los reunidos, al que la lectura ha vuelto melancólico, pregunta sin malicia: «¿Y de qué gobierno fue presidente el lucero del alba?».

No hay más poder verdadero que el que se ejerce sobre uno mismo. Y está hecho de renuncias. Los demás poderes llevan a la dependencia y asfixian la individu alidad, para que podamos cantarle las verdades al lucero del alba.

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