Luis Miranda - VERSO SUELTO
Podemos y la Noche Blanca
Lo que promete Pablo Iglesias es ofrecer gratis aquello que cuesta mucho dinero a todos
Ahora que no venga este muchacho de la coleta y el gesto avinagrado a arrogarse derechos de autor: hace mucho tiempo que en la política se ejerce el populismo, aunque sea en chiquitas tartaletas de aperitivo, con una receta que sin alimentar de verdad al menos suele matar el hambre primaria de muchos: se coge el dinero de todo el mundo y se paga una cosa que contenta a unos cuantos, disfrutan algunos más sólo porque pasaban por allí y desagrada a otros que apenas podrán levantar el índice para ejercer el derecho a la disidencia de no querer costear lo que ni pidieron ni consumen.
Hay ejemplos a patadas, pero pocos como la Noche Blanca del Flamenco, chispazo fugaz de los años del rosismo que, bien vistos ahora, no dejaban de ser como una especie de prefiguración blanca y desde luego, que conste, sin la sombra del totalitarismo con la que amenaza Podemos aunque casi nadie lo quiera ver. Lo que promete Pablo Iglesias cada vez que uno pone su canal no tiene una filosofía muy distinta que lo que sucede en esas noches del solsticio de verano: aquello que cuesta dinero se ofrece con la etiqueta hipnotizadora de lo gratuito, aunque bien se sepa que lo acabará pagando todo el mundo aunque no quiera.
Como ha pasado todos los años, y en concreto en esta Noche Blanca del Flamenco, aquello por lo que no se ha pagado conscientemente tiene el mismo valor que una servilleta usada, así que lo disfrutará mucho el que de verdad lo aprecia y lo tendrá como telón de fondo, como un disco animado, el que esté mucho más preocupado de ver si le traen la enésima copa de licor segoviano que de distinguir entre la bulería y la soleá. Al cabo de plazas a tente bonete, porque las fotos aéreas siempre cuentan lo que uno quiere, resultará que este poder dadivoso que trae flamenco de balde, público y de calidad a las plazas, casi habrá creado en los ciudadanos la sensación de que los conciertos por la patilla son un derecho, así que cuando el PP intentó cobrar por una actuación de Estrella Morente en la Axerquía se le echaron encima desde la poquita oposición municipal que terminó por echarlo hasta el gorrón más ignorante de palos flamencos. A nadie se le ha ocurrido que cada asistente se lleve, como se hace en algunos hospitales públicos, una factura con lo que habría costado el concierto si se hubiera pedido una entrada (que dicho sea de paso no dejaría de ser digno para el oficio de los que se suben al escenario) y aunque por 240.000 euros no vaya a quebrar un Ayuntamiento grande (o sí, entre unas cosas y otras) al final el dinero público será como un analgésico que dará una noche bonita y muchos votos y enmascarará el dolor sin quitar la enfermedad de fondo.
Pablo Iglesias está a pocos días de ser presidente del Gobierno no por haber tenido una emisora a su disposición y unos cuantos títeres de cahiporra, astutamente a favor o torpemente en contra, capaces de hacerle el mejor coro, sino porque él y su gente de Podemos han sido capaces de vender un cuento en el que la cigarra se pasa el verano cantando con la guitarra por Ketama y al llegar el invierno tendrá una paguita como derecho y hasta se recochineará de la hormiga que trabajó con 40 grados a la sombra igual que cuando granizaba, y no de limón. La sonrisa de un país no será luego capaz de contar qué pasará el día que se acabe la comida que sólo almacenaba la hormiga.