Sociedad
Pobreza energética en Córdoba: «Lavo la ropa a mano para ahorrar en luz»
Una vecina del Sector y otra de Huerta de la Reina sin trabajo desde la pandemia y una empleada a tiempo parcial hablan de sus problemas con la factura
El precio de la luz sube este jueves un 3,15%, a pesar del tope al gas: estas son las horas más baratas
Los clientes de Endesa con un bono social en Córdoba crecen un 11 por ciento en el último año
Ha tirado de la memoria infantil para hacer las tareas de la casa prescindiendo en lo posible de la electricidad . «Así estamos, esto es lo que nos ha tocado». Olga , llamémosle así, perdió su empleo en una joyería del Distrito Sur durante el confinamiento y desde entonces no ha vuelto a trabajar.
«Ahora recuerdo los consejos de mi padre, a los que no hice caso: que estudiara , porque eso me abriría puertas», lamenta la mujer, de 38 años, en su piso de con vistas a la plaza del Mediodía .
Hay veces que la vida parece que se va por sumidero: «Me despidieron con una indemnización miserable y, con el encierro en casa por el Covid , la relación con mi marido se hizo muy difícil, creo que no estábamos acostumbrados a estar tanto tiempo juntos y eso pasó factura».
Así que ahora están separados, ella en la casa familiar con los t res hijos adolescentes a su cargo -dos de ellos mellizos- y él viviendo con su padre viudo en un piso del barrio de Santuario. «A perro flaco todo son pulgas, eso dice el refrán. Pues a mí no han parado de salirme en estos dos años últimos», se queja la vecina de la zona meridional de la ciudad, una de las que tiene peor renta de España .
La tentación de las compras
El caso es que los ingresos mínimos que recibe esta mujer no le dan desde hace tiempo para llegar a fin de mes. «Me tengo que aviar con poco más de ochocientos euros al mes . Así no hay manera». Los recortes empezaron por la restricción de las salidas a la calle para evitar la tentación de las compras y de las consumiciones innecesarias en los bares y han acabado por cuestiones básicas, como la luz.
«A los niños les tengo dicho que carguen el móvil en el colegio o en el centro de día al que van a estudiar, y aquí hemos reducido tener las cosas enchufadas hasta límites increíbles, porque en esta casa no podemos afrontar facturas de luz de 150 euros al mes », comenta Olga, llamémosle así para preservar su identidad.
Ella, cuando era niña, iba a la fuente del pueblo con su madre a sacarle las manchas a la ropa que su padre traía sucia del tajo en el campo. «Ahora hago como mi madre en Montilla: lavar las cosas a mano, en un barreño; solo meto en la lavadora lo que es imprescindible», indica la exempleada de joyería.
Y qué decir del aire acondicionado : «Como mucho ponemos el ventilador, y solo un ratito. Les he dado órdenes a los chicos de que tengan las ventanas y las puertas abiertas , para que haya corriente, y se quejan con razón de que así no hay quien duerma por los bares que tenemos abajo y el ruido que forman, pero qué le vamos a hacer».
María del Carmen del Moral vive con su hija, de once años, y con su marido en una tranquila calle de Huerta de la Reina : a su balcón mínimo le da sombra y aire puro un árbol alto que desde que comenzó el calor refresca el salón con más frecuencia que el aparato de aire acondicionado que está casi siempre desenchufado.
María del Carmen, de 45 años, está buscando trabajo desde hace meses y hace valer como puede su experiencia como jardinera en el Ayuntamiento, como barredora, como carnicera en un supermercado y como repartidora de prensa gratuita.
«Mi punto débil es que solo tengo el Graduado Escolar : ahora quiero sacarme la ESO, que me dará más oportunidades ; ya me he apuntado para empezar las clases en cuanto pueda», explica la vecina del barrio cercano al Vial, y que sostiene a su familia gracias a una ayuda pública para mayores de 45 años, de 463 euros al mes, a la que se suma otra de la misma cuantía de la que es perceptor su marido. «Él no puede trabajar, el médico se lo ha impedido por su situación de salud en la que se encuentra», matiza María del Carmen.
«Con poco más de novecientos euros pasamos apuros para salir adelante, la verdad, y no podemos hacer frente a la subida de la luz que llevamos en los últimos tiempos, así que reducimos al máximo», añade en la estancia principal de su casa, en la que hay un aparato de aire acondicionado desenchufado y, en la mesa central, un aspersor de agua con un pequeño ventilador a pilas para las situaciones de urgencia.
Con un abanico en las manos, la madre de familia afirma que solo ha puesto el refrigerarador dos o tres veces desde la pasada primavera, «porque la factura empezó a llegar a los 120 euros, y la lavadora la pongo cada vez menos».
Poner el aire acondicionado es impensable y para cargar los móviles se recurre a los colegios
Ella goza del bono social de Endesa que le reduce el paro a 90 euros , y en ocasiones ha tirado de la Cruz Roja , de la que es beneficiaria desde hace más de un año, para que se hagan cargo del recibo. «Ellos siempre se portan muy bien con nosotros, desde primera hora: a la niña le dan material escolar y la han metido en una escuela de verano con piscina y juegos, y a mí me están echando una mano para encontrar trabajo», resume quien define su situación familiar como en riesgo de exclusión social.
El caso de María , una vecina del Centro de la ciudad de 28 años, es también paradigmático de cómo la pandemia y sus secuelas cambiaron la vida de muchas personas. «Me separé hace dos años, con dos niños a mi cargo, y lo he pasado muy mal de dinero porque por más que lo intento los sueldos a los que tengo acceso son bajos, y eso en el caso de que encuentre trabajo», subraya esta profesional de un supermercado con jornada reducida.
«Los alquileres son muy caros para lo que nosotros podemos pagar, y el precio de la luz está por las nubes», afirma quien en los tiempos del confinamiento aprendió a reducir el coste de la factura eléctrica para que pudiera encajar en su precaria economía doméstica.
«En esos momentos no ponía nada en marcha ni enchufaba nada entre las doce de la mañana y las diez de la noche: cocinaba, planchaba y ponía lavadoras antes o después, y si a los niños se les acababan las baterías de los móviles o de las tabletas a las ocho de la tarde, pues nada, se quedaban sin usarlas hasta que llegara la hora del consumo más barato de luz : no había otra opción», resume la joven.
El auxilio de la Cruz Roja Española ha sido también fundamental para esta mujer, ya que al llamar a sus puertas en una situación próxima a la desesperación logró que la organización le pagara tres meses de luz : de los tres pagos ya ha recibido dos. «Porque el bono social [de Endesa] viene bien pero no es la solución: de los 140 euros que vienen en el recibo la cosa se queda en 110 , y esa cantidad sigue siendo muy elevada dadas mis circunstancias», recalca María.
«Por mi parte no queda»
Ella tiene un sueldo medio que no llega a los 700 euros , paga casi 500 por el alquiler de su vivienda y ha estado meses sin que su exmarido le pasara ni un céntimo por la manuntención de los hijos que tienen en común porque él también estaba desempleado . «Lo que sí es verdad es que por mi parte no queda, porque si me quedo parada en el supermercado me voy a la Cruz Roja a hacer cursos para prepararme para los trabajos que me pueda salir», agrega María en este punto.
El problema, o uno de ellos, es que las ocupaciones que le salen en los periodos muertos en el supermercado son de pocas horas, con lo que el subsidio que le queda una vez que vuelve a quedarse en paro es irrisorio. «Por ejemplo, durante una temporada la prestación de desempleo que recibía era de doscientos euros... Y con eso ya me contará qué se puede hacer con dos hijos a tu cargo...», se lamenta.
Pero se trata de una persona valiente y que no se rinde. Y que también trata de mantener a su familia al margen de los desconsuelos de su vida. «Cáritas también me da alimentos, que me hacen mucha falta, pero todo eso se lo oculto a mis familiares , porque no quiero preocuparles; además, somos beneficiarios del Plan Syga [de la Junta de Andalucía], que sufraga el comedor de los niños, una merienda para llevar a casa y una actividad escolar en el propio colegio».
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